lunes, 5 de septiembre de 2011

Luis Conrado corta una oreja para seguir vivo

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Con alrededor de dos mil asistentes se lidiaron cuatro novillos de Acapangueo descastados y dos de Marco Garfias que se dejaron.

Luis Conrado:
al tercio tras un aviso, una oreja y palmas en el que mató por Cuevas
Rodrigo Cuevas El Príncipe: pitos tras dos avisos y voltereta
Julio de la Isla: palmas y palmas tras dos avisos

Parchar un cartel nunca ha sido lo idóneo, primordialmente para los ganaderos, menos, hacerlo de manera dispar. El hierro titular pierde fuerza y el resultado para el que llega al rescate no es concluyente.  Toros hay en el campo, con edad y trapío. La pregunta lógica es ¿por qué La México tiene que echar mano de un zurcido?  La respuesta  quizá no se halle en un recoveco, sino a la luz de todos: la taquilla no da para estos lujos, las novilladas no están resultando un buen negocio, ni tampoco parecer ser necesario invertir en ello. Así los hechos, y así el remendado encierro anunciado para la séptima novillada de la temporada, marcó el derrotero de la tarde.

El juego de los dos astados de Marco Garfias fue similar. Si los evaluamos sin comparar –con los de Acapangeo-, fueron dos novillos con nobleza, justos de raza, lo necesario para tener voluntad de embestir. Sin representar indescifrables encrucijadas, la facilidad o dificultad de su lidia recayó en los recursos técnicos de los toreros.

Los de Acapangeo, tres de cuatro, padecieron de descastamiento y mansedumbre. No obstante, en pro de la honra para la casa, el segundo de la tarde incordió a sus hermanos.  Sin ser un compendio de bravura, fue un novillo que se empleó con claridad y nobleza.

El desempeño de los novilleros tampoco puede equiparse. Luis Conrado tuvo en el abre plaza un astado incierto de salida, pero sí termnió por dejar claro que no tenía con que emplearse. Sin tornarse del todo peligroso se negó a acudir con un mínimo de bravura a los engaños. El novillero capitalino le buscó la vueltas, seguramente con la intención de agradar a la concurrencia. Ese esmero le hizo dejar para el final lo primero, la lidia, el sometimiento de pitón a pitón al astado.

En su segundo turno apareció el primero del hierro de Marco Garfias. Con este hubo comunión desde el principio. Fue a recibirlo a los medios, la larga no llegó a consumarse pues el astado resbaló justo al entrar en al jurisdicción. Se puso en pie y se acamodó toreándolo a la verónica. Conrado no es ejemplo de trazo fino, pero el desarrollo de su tauromaquia le posibilita hoy en día correr la mano con temple. Eso ha sido lo que resultó más interesante en él. Hay evolución en su toreo, fundamentalmente en el oficio. Sin ser sólo arrojo y carne de cañón, tampoco ha dejado de mostrar ser ese novillero un tanto romántico, con variedad en las suertes y capaz de empeñar el cuerpo como muestra de la necesidad de comer de esta profesión.

La faena tuvo sus altibajos. Faltó consistencia primordialmente por la falta de ligazón. Decíamos, en muchos momentos pudo alargar el trazo con temple y mando, pero al no quedar siempre bien colocado las tandas no llegaron a tener unidad del todo. Además el novillo no tuvo la misma calidad por ambos pitones; mientras que por el derecho tuvo ritmo, por el izquierdo le costaba llegar al final. El echar de nuevo rodilla a tierra al final de su quehacer fue desaprobado por algún sector. En esta ocasión más que recurso único o desesperado, debe mirarse también como la personalidad de este torero.

Una estocada hasta las cintas caída animó al cotarro a solicitar la oreja que es por lo menos ahora, un trofeo que lo mantiene con vida en la carrera.

A Julio de la Isla le correspondieron dos ejemplares de Acapangeo -así le debía tocar a alguno de la terna.  En contra de su suerte, además pechó con dos de los malos del hierro. Dos novillos que nunca humillaron, con el mínimo interés por acudir a los engaños y cuando lo hacían, salían distraídos.

Con ambos el novillero tapatío tuvo que hacer más gala de voluntad que poder alcanzar el lucimiento. Con el primero de su lote cubrió el segundo tercio y lamentablemente sus buenas maneras se estrellaron con las condiciones ya citadas del astado. Aunque también es verdad que afloró también la falta de recursos para domeñar.  Ante el sexto las opciones fueron menores. El novillo manseó rotundamente desde el capote, el castigo en varas,  hasta sentirse herido de muerte.

Rodrigo Cuevas
empezaba a gustarse toreando al natural al quinto, el segundo de Marco Garfias. Sin embargo, en una laguna de conocimientos y asentamiento el astado lo echó por los aires y la caída fue de cabeza. El varetazo en la ingle y el escroto no fue lo grave, y salvo la declaración médica correspondiente, el golpe en la cabeza tampoco tendrá consecuencias.

El Príncipe buscaba recomponer la tarde, pues en primer turno dejó ir al bueno de Acapangeo. El berrendo tuvo recorrido y fijeza en el engaño, sólo pedía firmeza y continuidad. La faena de Cuevas se fue construyendo entre dudas y algún buen muletazo a prudente distancia. El tendido le recriminó no poder aprovechar las posibilidades que le brindó el astado y el juez de plaza le perdonó los tres avisos.

martes, 30 de agosto de 2011

Juan Pedro Moreno, Pozohondo y la lluvia

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]
    
Con un fortísimo aguacero durante la lidia de los dos primeros novillos de la tarde que fue menguando hasta el quinto, y ante unos tres mil asistentes se lidiaron seis novillos de Pozohondo, bien presentados en conjunto y de buen juego. Destacaron los corridos en 1°, 5° y 6°, homenajeado este último con arrastre lento.

Fernando Labastida: silencio y silencio tras dos avisos
César Ibelles: silencio y pitos tras dos avisos
Juan Pedro Moreno: al tercio y al tercio tras un aviso.

El, o La primera en hacer el paseíllo hoy en La México fue la lluvia. Cinco minutos antes de la hora comenzaron a caer las algunas gotas tan orondas de su misión que, al sonar el clarín y abrirse la puerta de cuadrillas, aquello ya era una inclemencia.  Pese a ello, que en esta plaza se iniciara el paseo de cuadrillas no resultaba insensato. Aunque la tradición reza “con permiso de la autoridad y si el tiempo lo permite...” el estatuto suele cambiarse por la voluntad de los espadas y una solución alterna recurrente: puntual  los toreros parten plaza y entonces, se da paso a la espera de que escampe.  El arreglo del ruedo es una tarea laboriosa para los monosabios, pero ellos logran dejarlo en condiciones propicias, al menos para la lidia a pie. Obligado detener el paso al llegar los tres novilleros a la barrera. La solidaridad moral y ese luto que ha guardado nuestro país en estos días, perdona que los asistentes acorazados bajo los paraguas e impermeables se pongan de pie, pero la voluntad sí logra el silencio.

Ahora, cuadrillas y espadas se acomodan para la salida del primer novillo, como si se tratara de un rocío. No, la profusión se convierte en aguacero. Capitán se fue al destazadero casi inédito. Casi porque aún con la desconfianza que les produce a los astados andar en un barrizal, el novillo dejó patente su voluntad para emplearse, y no siendo poco se avizoró que tenía calidad en las embestidas. Por su parte, a Fernando Labastida se le puede reconocer esta postura de buscar imponerse además, a la adversidad climática. Con la capa optó por recoger al novillo, y para comenzar la faena de muleta, se fue al centro del ruedo para ejecutar dos cambiados por la espalda; era además la zona menos afectada del ruedo.  En adelante, se intercalaron algunos buen muletazos con cuatro desarmes, y  reajustes que en consecuencia no sumaron para una labor redondeada.

Con el cuarto que no tuvo la claridad del primero comenzó y terminó sin entenderlo. Por fin les quedaba poco a las nubes, solamente una llovizna de fino trazo. Muleta en mano el joven potosino se dobló con el astado, pero de ahí no hubo más ese dominio necesario. El novillo era un tanto enrazadito, pero esa virtud no del todo suficiente ya que terminó por no acudir con prontitud. Embotado el novillero, tampoco le fue fácil darle muerte.

El de menor currículum de la terna, el poblano Juan Pedro Moreno tuvo la actitud y sello para enganchar a los aficionados que son capaces de llegar y quedarse en la plaza aun cuando no hay  autor a quien reclamarle esa falta de clemencia meteorológica. Se le podría calificar también por su verdor técnico, saldo de las escazas 9 novilladas toreadas, y por sus procedimientos sin atemperar; comprensible enredo entre las ideas y la prisa por exponer. El apresuramiento con la capa o en el intento de ligar las tandas; el temple, la largueza y una interpretación natural con la sarga, priman en la labor del ahora alumno de la Academia Taurina Municipal de Aguascalientes. 

Aún con la lluvia prendida del cielo, ante el tercero inició con dos largas de rodillas, y ya en pie la media que abrochó fue la primera carta. Del quite por chicuelinas se apunta no dejar pasar la opción. Con la muleta es verdad que lo hecho no logró la unidad. No hay estructuración mental y entonces, tampoco práctica. Los trazos que aparecen cuando logra prender al novillo se convierten en una especie de verso en prosa, dilatados  hasta el derrochar la embestida que el astado concede. No obstante hizo falta mandar al novillo que fue noble y tuvo fondo para llegar hasta el final. Con la espada se fue por derecho y esta quedó en muy buen sitio, lo que hizo doblar pronto al astado. Se entusiasmó parte la parroquia, y pidieron la oreja, pero de haber sido concedida el otro tanto la hubiera protestado.

Con el sexto sin más que alguna gota atrasada Juan Pedro ratificó. El novillo había intentado saltar al callejón y se lastimó la pata derecha. La lesión la hizo evidente pero como tuviera fuerza para reponerse no fue cambiado aún cuando esas condiciones físicas no fueran totales para la lidia.

Asturiano tiene el recorrido que le permiten a Moreno de nuevo recrearse en su interpretación.  De nuevo logró prodigarse en esos personales muletazos ante un astado también muy noble, con recorrido y clase. Mejor aún, pudo cuajar al menos un par de tandas, una por cada pitón. Las interrupciones vinieron con los desarmes. El poblano parece plantarse con una intención firme, pero a su proceder le falta asirse a una estructura para la lidia. Lo que no fue una constante fue el oficio con el acero.

Tendremos de verlo pronto de nuevo en esta plaza.

César Ibelles
también había hecho frente al temporal e intentó hacer trascender su labor con Rey Godo que pecó por deslucido. Además, en cierta medida desconfiado por las condiciones de la arena, el astado no se empleaba con soltura, y por falta de raza se frenaba apenas iniciado el muletazos. Bajo este escenario el novillero capitalino tuvo una actuación decorosa.

Sin embargo las buenas condiciones del quinto de la tarde le pesaron al joven Ibelles. Sin llegar a ser un novillo extraordinario, tuvo transmisión por conjuntar la bravura y calidad necesarias para pedir mando y temple. César Ibelles no encontró la ruta ni el sitio para no sólo sumar, sino estar someter y transmitir.

lunes, 22 de agosto de 2011

Una oreja otorgada con bondad para Antonio Galindo

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Con aproximadamente 2,500 personas en los tendidos se lidiaron seis noviillos de San Antonio de Padua, disparejos en juego, presencia y edad.

Manolo Olivares
: silencio y división de opiniones
Juan Vicente: palmas y pitos
Antonio Galindo: silencio y una oreja.

La novillada de San Antonio de Padua resultó ser un muestrario parcial de comportamiento, y un soporte para la discusión entre edad y trapío.

De seis novillos, el cuarto, fue noble tuvo clase, recorrido y cierta codicia. El segundo también fue noble, con recorrido, pero sin mucha calidad en la embestida. El primero, desde temprano se empezó a colar y terminó espiando al torero. El tercero, reservón y agarrado al piso, por lo tanto con la mínima voluntad para acudir a los engaños. Quinto y sexto nobles.

Astados tres años y hasta toros con más cuatro años cumplidos, pero ninguno con un cuajo imponente, musculosos, enmorrillados, cornamentas, salvo la del primero. Asi que si el trapió no lo dan los kilos, tampoco está sostenido únicamente en la edad.

De tres novilleros, Antonio Galindo sólo alcanzó a esbozar el trazo fino que posee, Manolo Olivares no llegó a cuajar la faena que le hubiera permitido la continuidad y fuerza para doctorarse de nueva cuenta, y Juan Vicente dejó claro, una vez más, que sus cualidades no son las suficientes para torear vestido de luces.

La oreja que cortó el novillero tlaxcalteca pareciera más un autoregalo al público por su paciencia. Antonio Galindo había intentado despertar al cotarro con el recibo de hinojos al sexto.  Chicuelinas andantes con ritmo para llevarlo al caballo. La faena de muleta comenzó con buen augurio, pero el viento diluyó toda posibilidad. Más que no confiarse, Galindo no pudo concentrarse para consumar. Parecía tener en mente hacer las cosas lo mejor posible, ser fiel a su interpretación, sólo que las condiciones plantearon más factores, y aún falta esa experiencia para poder conjuntarlo todo. La ejecución de la estocada fue muy buena, no así la colocación, aunque suficiente para que la mayoría, no absoluta, considerara el espadazo como mérito para una oreja. Quizá en otros cosos puede ser, pero no en La México. Como la vuelta al ruedo que la ganadera dio con el joven novillero. Si él la invitó, ella salió. Si fue para que los chiquitines, hijos o sobrinos vivieran esa experiencia, puede explicarse, pero no justifica se si deseamos darle el máximo respeto a lo que suele llamarse recinto sagrado del toreo.

Con el primero de su lote Antonio tuvo una actuación de valía. Con un toro completamente parado Galindo se esforzó por literalmente robarle los contados muletazos a ese novillo rejego. Sí, también faltó transmisión por el lado del novillero, y es que tal vez la expresión del tlaxcalteca es muy sobria, además, dadas las veces en que lo hemos visto torear, lo logra cuando puede expresar la calidad de su toreo. Hasta ahora le cuesta mucho meterse, atacar como se dice ahora, a los astados.

El capitalino Manolo Olivares debió haber cortado las dos orejas del cuarto. Había alborotado a la concurrencia al cubrir el segundo tercio, pero desde entonces hubo poca cabeza para estructurar una lidia y una labor que le permitiera aprovechar las condiciones del astado y una faena que alcanzara un gran nivel. Todo quedó en la intención de torear con la mano muy baja, muletazos acompañados pero no crujiendo los olés. Sí es difícil templar, lo es más, mandar. Mandar en cada embestida, mandar en los terrenos, mandar en las distancias.

Con el primero puede tener disculpas, puesto que como hemos señalado, el novillo desde los primeros lances comenzó a colarse. Y entre necedades, quizá la nuestra sea mayor, ¿por qué no torear en función de los astados en lugar de querer torear en redondo a un toro con esta condición? No es que sea imposible, pero para lograrlo hay que comenzar por ese principio. Los muletazos de aliño sin mucho poder vinieron al final. Tres arropones que terminaron por separar el punto del bordado derecho de la taleguilla pueden valorarse como señal de entrega, pero también por falta de entendimiento en un torero que ya renunció a una alternativa.

Finalmente, si alguien cuenta con una explicación, o por lo menos justificación de la inclusión de Juan Vicente en este cartel, ojalá que pueda compartirla. Evidentemente deseo que incluya al menos algún argumento que refleje su valor taurino. Si a priori no se encontraba lógica en anunciar a un novillero con una edad más cercana a las cuarenta, que a los treinta, sin referencias, buenas ni malas, de actuaciones recientes, a posteriori tampoco.

Un hombre, vestido de luces, que tiene los conocimientos mínimos para estar delante de la cara de los astados, que llega a gustarse en algún muletazo, pero sin sitio, oficio, personalidad, sensibilidad ni ambición para un profesional.

viernes, 5 de agosto de 2011

Los toreros y la fiesta de México

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

En los últimos meses los toreros mexicanos han sido tema en Europa, -España primordialmente. La inclusión o la no exclusión de estos connacionales en las ferias, plazas y festejos de mayor importancia en la península, ha permitido por principio de cuentas, que se conozcan seis, siete, ocho nombres de toreros “mejicanos”. Luego, las actuaciones en el ruedo y los resultados de cada uno, es lo que ha propiciado la generación de espacios, textos, comentarios por parte de la prensa y los profesionales ibéricos. Así pues, el medio taurino mexicano se ha dado no sólo a valorar el desempeño de estos toreros por aquellas plazas, sino también de calificar como positivos esos juicios, comentarios, opiniones, reseñas, etc.; apreciación que compartimos. La conclusión es sencilla, se ha “hablado” bien de los mexicanos en España.

Cuatro de los cinco toreros que se presentaron en Madrid en la pasada feria de San Isidro, han vuelto a hacer el paseíllo en Las Ventas. Arturo Saldívar a los pocos días, Joselito Adame en las corridas posteriores a las ferias, Sergio Flores y Diego Silveti en el actual serial de novilladas, e Ignacio Garibay está por hacerlo en algunas semanas.  A estos se le deberán sumar también las apuestas de Arturo Macías El Cejas, Israel Téllez, y Brandon Campos, quien fue la verdadera sorpresa , para tomarlo como la señal que reforzaría aquella conclusión.

¿Qué representa todo esto para la fiesta de y en México? ¿Estos hechos son un reflejo de la fiesta en nuestro país, o se trata más bien de esfuerzos aislados  que las empresas de Madrid, Sevilla, Pamplona, por mencionar algunas sí han sabido aprovechar?

Loable, sin duda, ha sido  la actitud, la responsabilidad con la que cada uno de estos toreros ha enfrentado los compromisos. Sin embargo, la fiesta en México en su conjunto no puede creer que el asunto está resuelto. México no está viviendo “en carne propia” esos resultados halagüeños. Lo que está pasando allá no se está viviendo aquí.  Estos triunfos morales les pertenecen a ellos, pero no a México porque no están fincados por todo lo que podría sumar el mundillo taurino de nuestro país, sino que esas ambiciones y apuestas tienen únicamente soporte en sus propias casas.

Aquí, la fiesta está como partida. Lo que ocurre en el territorio nacional con los toreros mexicanos y extranjeros es muy distinto a lo que pasa con estos mismos, pero fuera de aquí. ¿Ya no vale la pena apostar aquí? ¿Por qué jugarse el todo o nada, allá? ¿El escenario en México ya no tiene capacidad para irradiar? Esa desolación y fastidio de la medianía ha hecho que como aficionados sólo alberguemos la esperanza de un torero mexicano, pero fuera de México. Queremos instalar en el nicho, hoy evidentemente vacío, del gran torero de época, de mesías al primer fulgor. ¿Como aficionados estamos también perdiendo el piso?

Arturo Saldívar ha dado este año por las plazas españolas, pasos que han de ser pilares de su carrera, pero eso es hasta ahora. Sergio Flores, ha dado la talla como novillero, está en la recta final de esta etapa y ese llegar embalado a la alternativa es el mejor contexto para la transición. Ignacio Garibay y Joselito Adame reafirmaron o reabrieron los horizontes de sus carreras, cada uno en su respectiva etapa. Aquí cuatro matadores de toros mexicanos –uno virtual-, que han traspasado las fronteras del “puede ser”.

Por otra parte, los mismos Ignacio Garibay y Joselito Adame, junto con Diego Silveti, Israel Téllez, Juan Pablo Sánchez (en 2010) son la muestra de esa fraccionamiento de la fiesta en México. Ninguno de estos estuvo en la Plaza México, por lo menos, en el último año. Las razones, distintas para cada uno, desinterés, caprichos, falta de voluntad, de una o de la otra parte, pero si existe un  desacuerdo entre el elenco que presentan Madrid, Sevilla, Nimes, Arles o cualquier otra plaza de primera en Europa y La México, no hay duda, el camino está o se anda chueco.

Tan chueca, tan dividida, tan mediana, que estos heroicos toreros mexicanos vuelven a México al confort. ¿Para qué entonces hacer el esfuerzo en Europa? ¿De verdad queremos encumbrar a un torero que extranjía es capaz de todo, pero ante nosotros anda a medias? Sin ánimo nacionalista, suficiente tenemos con lo que los de allá vienen a hacer aquí. ¿Es que acá no es redituable, y por tanto, ni siquiera lo merece actuar con la responsabilidad al cien? ¿Acá cobran y allá lo apuestan? En su defensa, cierto es también que ni siempre, ni todo, es atribuible a los matadores.

Sí hay toreros capaces de las hazañas ya narradas, entonces ellos pueden ser esos mandones de la fiesta en México. ¿Qué pasaría si al volver aquí exigieran el nivel de profesionalismo al que están sometidos en España y Francia? ¿Los desterraríamos?

Todos los seres humanos, preferimos el menor esfuerzo por la mayor recompensa, sin importar que esta sea efímera, ligera y sin fondo. Pero no todos eligen esa opción. ¿Alguno querrá ser además del torero con mayor arte, o el mejor lidiador, el torero de mayor ética y responsabilidad? ¿No será este el camino para ponerse de verdad a la altura de las figuras actuales? ¿Cómo podemos construir esa soñada grandeza? ¿O este es un ideal tan lejano, como nuestra realidad actual? ¿Cuál es entonces la fórmula para que se consolide algún torero mexicano como gran figura?

¿Nuestro único futuro es conformarnos con la aparición aislada y un desempeño sobresaliente de apenas un puñado de toreros mexicanos en Europa, y esperar a que exista voluntad para ver a alguno de esos toreros en México, por lo menos a medias?

¿Cuál es entonces el objetivo de esas apuestas y de esas entregas épicas?

martes, 5 de abril de 2011

Caminos del espejo - Alejandra Pizarnik

XV. Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.

martes, 22 de marzo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

Maripaz Vega sale en hombros en el cierre de la temporada

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Con aproximadamente siete mil asistentes en los tendidos se lidiaron tres ejemplares de La Punta, disparejos en hechuras y comportamiento al igual que los otros tres de Jesús Cabrera, más uno de La Joya de regalo bueno, pero apenas justo de presencia.

Maripaz Vega: dos orejas y división de opiniones
Hilda Tenorio: palmas tras un aviso, silencio tras un aviso y silencio tras aviso en el de regalo
Lupita López: una oreja y silencio tras tres avisos.

Después de poco menos de una década Maripaz Vega hizo otra vez el paseíllo en la Plaza México. No obstante, la constancia, la lucha sin tregua de todos estos años –sumados además los de alternativa-, han quedado claros este domingo, y reciben ahora, una justa recompensa.

Luego de otorgar la alternativa a Lupita López, la malagueña recibió a Kicapu, un astado chico y sin rematar de Jesús Cabrera, y por tanto fue protestado. Las verónicas tuvieron reciedumbre. Bien toreadas y por tanto jaleadas en los tendidos. El quite por chicuelinas fue suave, en especial la segunda, muy cadenciosa. Con la muleta, Maripaz estructuró una faena afuerita de las rayas del tercio con sitio y oficio, primero. Prendía bien al astado para llevarlo bien toreado en tandas primordialmente por el lado derecho. El toro aunque tuvo una aceptable dosis de clase y nobleza, le hizo falta fuerza, y como dicen algunos, un punto más de raza. Fue un trasteo de esos que hacen ver las cosas fáciles, gracias a la colocación, a la quietud, esa que no se equipara a la inmovilidad, sino al movimiento justo, y a la capacidad de entender y resolver. Por el pitón izquierdo el toro era menos claro e iba rebrincando, aunque fue por la diestra que vino un achuchón sin consecuencias.

Bello el colofón. Un abaniqueo por la cara muy torero que precedió a un estoconazo. Perfecta la ejecución y la colocación, pues el toro tardaría unos 15 segundos en rodar sin puntilla. La estocada merecía por sí sola una oreja. La segunda fue solicitada con insistencia de manera casi unánime, por una faena a la que le faltó un astado con mayor emotividad, pero que tuvo una sólida arquitectura.

Con el cuarto de La Punta, un toro que a cada muletazo, que fueron más bien doblones para ahormarlo, desarrolló un peligro evidente, Maripaz Vega optó por abreviar rotundamente. Para unos aceptable, para otros reprochable el no jugarse la vida en pro de un heroismo sin fondo, que redituaría en el mejor de los casos, en el reconocimiento.

Milagroso de La Punta fue el toro de la alternativa. Como el milagro del toreo, como el milagro de ser torero, como el milagro de ser matadora de toros. Aunque pobre de cabeza, el público se aguantó la protesta y Lupita López pronto lo toreó muy sabroso a la verónica. Luego vino un señor quite por gaoneras, nada dogmático, es decir, no el típico que se plantea en los medios para aguantar toda la leña, simplemente un quite bien ejecutado y con interpretación propia.

La toricantana no podía ocultar el nerviosismo. Antes de recibir los trastos por parte de la matadora malagueña agradeció, pidió permiso, o que se yo al juez. Tras la ceremonia, poco a poco fue fluyendo. Ese Milagroso fue un toro muy noble, soso, pero ideal, me parece, para que Lupita López pudiera confiarse. Había que cuidarle mucho las alturas, pues también careció de fuerza y la yucateca fue resolviendo hasta entregarse en muletazos muy sentidos por el pitón derecho. Todo era dejarse llevar, el astado se lo permitía, pasaba y pasaba sin poner un pero, y así Lupita logró disfrutar plenamente. También ello lo transmitió al tendido, que pese a una estocada casi entera y caída pidiera la oreja.

Con el sexto escuchó los tres avisos evidentemente por inexperiencia. Pero no tanto por el oficio con los aceros, que también no fue lo eficiente que se requería, sino por la falta de presteza para volver a perfilarse tras una estocada que no daría resultados. Zarape (supongo que en alusión a los tradicionales sarapes de Saltillo) de Jesús Cabrera, pasó el primer tercio barbeando las tablas. Sin embargo, para el tercio final acabó empleándose con mucha nobleza, luego de que la matadora yucateca lo sacara un poco a la zona de los medios. Lupita volvió a torear gustándose, quizá no mandándolo, sino más bien acompañándole la embestida. Ahí queda el personal sello de la nobel matadora, quien seguramente con más toros podrá madurar técnicamente.

Hilda Tenorio si bien tuvo una tarde con toda la voluntad y disposición, por momentos fue también desconcertante. El primero de su lote, de Jesús Cabrera, como el sexto, del mismo hierro, anduvo dando vueltas por todo el ruedo barbeando las tablas con la clara intención de salir de ahí. Hilda se fue a los medios a torearlo por chicuelinas para hacerse de él, pero resultó infructuoso. Con la muleta no cambió. Siempre huía. Sus compañeras se le había ido por delante, ello le apretó y con la finalidad de no quedarse atrás intentó hacerle el toreo en redondo.

Con el quinto de La Punta no logró confiarse. Si bien el astado metía la cabeza, conforme fue transcurriendo la lidia se fue quedando y venciendo en cada muletazo. Optó por obsequiar un sobrero de La Joya, de la línea Parladé, que fue bravo, tuvo codicia y fue muy fijo. Este encaste, como se sabe, resulta un poco más violento, pero permite que al prender a los astados desde adelante y llevarlos bien metidos en la muleta puedan emplearse, de otro modo, parece que se resabian y es difícil estar ahí con ellos.

La michoacana no estuvo fina con los aceros de nueva cuenta y terminó por escuchar un aviso en cada uno de sus ejemplares.

*Fotografía cortesía de Humberto Ávila

lunes, 7 de marzo de 2011

Destacada actuación de Alberto Espinoza

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Ante una paupérrima entrada, se lidiaron cinco toros de Ordaz y uno de Villa Carmela (5° bis), muy bien presentados, de distinto juego, pero dejando que desear en su conjunto.

Juan Bautista: palmas y silencio
Alberto El Cuate Espinoza: al tercio tras dos avisos y al tercio
Fermín Rivera: palmas y silencio

De nueva cuenta nos encontramos en la plaza con dos toreros mexicanos ataviados con más deseos que experiencia. Circunstancias distintas para cada cual. Aquí y ahora Alberto, uno de Los Cuates Espinoza es quien retomó su carrera tras la grave cornada de Enrique en Puebla hace casi un par de años. Aquí y ahora, Fermín Rivera tiene que esperar bajo el diario recuento de las horas y los esfuerzos un contrato.

Pese a esas faltantes, Alberto Espinoza dio una tarde con valores toreros. Con suerte o sin suerte, con el lote menos potable, con viento. Al primero de Ordaz lo recibió con verónicas y chicuelinas, incluso, alguna tafallera por ahí. Fue un toro que esperaba mucho, renegón para acudir a la muleta, sin recorrido, que al quedarse a mitad del viaje siempre supo donde estaba el torero. ¿Qué le quedaba entonces? Arrimarse con vergüenza, aventurarse a que cuando lo levantara, porque la probabilidad era prácticamente neta, quedara en un arropón. Para su fortuna así fue, sólo una voltereta. Cuando se apuesta caro, también la recompensa puede ser valiosa. Aún por momentos mal colocado, sin contar con una estructura precisada hasta el último detalle, consiguió muletazos valiosos, bien trazados, pero sobre todo, tragó de verdad. La moneda de cambio fue alta y de haber estado fino con la espada, pudo haber paseado un apéndice. La salida al tercio, aún con dos avisos encima recuerda que el aficionado de verdad valora y aprecia todos esos matices que tiene el toreo.

El quinto tuvo que ser devuelto a los corrales. Al ser entorilado a medio día, se estrelló fuerte pero al no haber señales contundentes de haberse partido el pitón fue enchiquerado. Sin embargo, al salir al ruedo, la fractura era evidente. Lo incomprensible de esto resulta la poca prontitud con la que actuó el juez de plaza, pues mientras la gran mayoría de los asistentes nos percatamos de que el pitón “la bailaba”, permitió que fuera picado. Al encontronazo con el peto, irremediablemente se le cayó el pitón.

Fue sustituido entonces por uno de Villa Carmela que desentonó con el juego que dio el encierro de la semana anterior. Agarrado al piso que además no repetía para una segunda embestida. Alberto Espinoza volvió a dar muestras de aguante y más que buenas intenciones. Uno a uno, ayudando al toro siempre al final con las alturas. De nueva cuenta también oficio mal con la espada, y volvió a saludar en el tercio.

Fermín Rivera sorteó un lote con dos toros que “te dejan estar” pero al mismo tiempo no te dan brindan posibilidades amplias. El “te dejan estar” entrecomillado, por ser una frase común, pero también porque el tercero nunca dejó de mirarlo. Aunque había toreado bien a la verónica, el potosino no terminó de acomodarse con un toro que iba rebrincando y por ello no mantenía un ritmo con el pudiera asentarse. Justo además, para este turno comenzó a llover.

Con el sexto, a Fermín le costó mucho hallarle la distancia precisa a un toro que parecía iba a funcionar pero se apagó muy pronto. Voluntarioso, insistente, con toda la disposición, pero poco sitio, apenas se pudo recrear en cuatro o cinco muletazos muy sabrosos, pero al no haber un mando firme lo poco que lograba se iba diluyendo. A sus dos ejemplares los mató prácticamente igual. Como mataba Curro, por derecho, sólo que seguramente por la estatura de Fermín ambas estocadas quedaron traseras.

Juan Bautista estuvo verdaderamente bien, me refiero a la parte técnica. Sin embargo, con el primero, que además de paliabierto lo toreó a gran distancia. Con el cuarto, estructuró una faena paso a paso, con la lidia adecuado a un toro deslucido y con un recorrido mínimo aceptable, sin embargo mientras la faena sumaba nunca llegó a romper, no hubo un muletazo en el que el torero francés se sintiera. En cambio, cada vez toreaba más rápido.

lunes, 28 de febrero de 2011

Con toros y bravos, todo es distinto

[publicado originalmente en Opinionytoros]

Ante una escasa concurrencia, apenas unas tres mil quinientas personas, se lidiaron seis toros de Villa Carmela, muy bien presentados, encastados con algunos matices, a excepción del sexto.

Juan Bautista: al tercio y vuelta
Óscar López Rivera: al tercio y pitos tras un aviso
Aldo Orozco: pitos tras un aviso y leves palmas.

Tan distinto como las respuestas que generan. Primera, la entrada. En varios medios de información, primordialemente los portales especializados, igual publicamos los nombres de los toreros que están en el cartel para cada domingo, como las imágenes de los astados a lidiarse. Resulta, que al conjuro de los nombres más populares sin importar el trapío de los toros que habrán de lidiarse acude el público en masa, mientras que ante el llamado de una corrida bien presentada, con toreros más modestos, llegamos apenas a unos cuantos cientos. Tenemos entonces una fiesta de los toreros, y no una fiesta de los toros. ¿El toro es el que menos importa para convocar? La respuesta parece ser un rotundo sí. Para allá estamos –todos-, llevando a la fiesta. De esta forma, considero, que si el toro no lleva gente, no habrá objeción sustentada para ceder a cambiar todos los matices que piden a esta tradición.

Segunda. Más de uno en el tendido calificaba a la corrida como complicada, pero me parece más que el sentido de esos comentarios eran más para descalificar que para elogiar. Esto me lleva a pensar que hemos perdido la dimensión del comportamiento de un toro, primero con edad, y luego, bravo en realidad. El toro soso, el manso fácil, y por si fuera poco, novillo pasado como toro se ha convertido en una costumbre, de tal manera que ante el comportamiento de un astado adulto se percibe más como para mal que para bien.

Tercera, bajo este escenario, además, mientras a aquellos toreros, considerados figuras que actúan a la mitad de sus capacidades con los novillos descastados que todo se les apluade, a los toreros con poco rodaje con una corrida que exige, se les arrea con todo. Tampoco es que pretenda eximir a esos jóvenes toreros (Óscar López Rivera y Aldo Orozco), que es verdad han estado faltos de recursos para salir de la plaza con un mejor resultado.

Juan Bautista fue entonces el mejor librado de la tarde. En primer turno enfrentó un toro que llevó la cabeza muy descompuesta, echando las manos por delante, incluso. Meritorio el aguante, y la faena que además de haberse mostrado con poder no olvidó varios detalles muy pintureros. Gran estocada cobró el francés, que pese a una mediana petición la oreja no fue concedida, bajo ese rigor que debiera mantener el palco de la autoridad todas las tardes.

Con el cuarto, un toro con nobleza, pero que no alcanzó tampoco a romper del todo, lo llevó a la zona del tercio sin llegar a eslabonar una faena del todo redonda, sí consiguió algunas tandas ligadas, que no reunida en todo momento, sobre todo un par por el lado natural. Quizá de no ser porque la espada quedó más cerca de ser un bajonazo que una estocada desprendida el juez no hubiese podido aguantar la petición.

Óscar López Rivera tuvo una tarde entregada. No se le podrá echar en cara no haber realizado su máximo esfuerzo, desafortunadamente, dado el bagaje este es su límite presente. Esa sería tal vez la única duda que pudiera dejar. Sí el torero puede o no llegar a más, pero eso sólo se podría saber si se viese anunciado en más carteles.

Ante dos toros, esos que “los grandes” no quieren ni ver, estuvo ante todo firme. Con su primero realizó un quite por chicuelinas y con su segundo uno por caleserinas. La faena al quinto pintaba para más en un inicio. Había cuajado una gran tanda por el lado derecho, pero López Rivera perdió la brújula y todo quedó a la deriva. Desafortunadamente faltaron recursos para estructurar un trasteo propio para un toro encastado y noble se empleaba con codicia, que también a media faena comenzó a deslucirse, llevando la cara a media altura, pese a que el torero le bajaba la mano, y terminó terciándose. Con el primero de su lote tuvo esa firmeza de la que hablábamos, pero acusó también la falta de sitio y oficio con los avíos. Hizo falta mayor poder y mando, que no determinación y aguante.

Me parece que de Aldo Orozco se esperaba un poco más. Si bien pechó con el lote menos propicio, al de Arandas se le percibió un tanto disperso. El que cerró plaza aunque noble fue muy flojo y ya no hubo algo de trascendencia. Con el tercero de la tarde fue el complicado del encierro. No sólo por ser encastado, sino un tanto probón. Lo esperaba mucho y ya que el torero planteaba la suerte le cambiaba la intención, o bien, se empleaba en la primera embestida, pero para la siguiente comenzaba a medirlo. Seguramente, esto desconcertó al propio torero, y ese hecho se advirtió en el tendido. Para más malas, nada bien estuvo con los aceros, de tal forma que cerró con la desaprobación de la asistencia.

Cuarta, el silencio y la atención. No porque fueramos pocos en la plaza, el ambiente no era bullanguero. El toro con edad y con condiciones de bravo, hace que estemos verdaderamente más atentos a lo que ocurre en el ruedo. No es un silencio de indiferencia, ni tampoco olés al por mayor.

lunes, 21 de febrero de 2011

En una tarde cuesta arriba Hermoso pierde el triunfo con el rejón de muerte

[publicado originalmente en Opinionytoros]

Ante aproximadamente tres cuartos de entrada se lidiaron dos toros de Los Encinos para rejones, justos en presentación y juego, cuatro de Malpaso de buena presencia y complicados en términos generales, y uno de Ordaz, en sustitución del segundo que se rompió el pitón izquierdo, chico y complicado.

Pablo Hermoso de Mendoza: al tercio en su lote
Rodolfo Rodríguez El Pana: pitos en su lote
Pepe López: al tercio y leves palmas
El entradón que provocaron Pablo Hermoso de Mendoza y Rodolfo Rodríguez El Pana presagiaba una tarde en la que la comunión del público con los toreros dejara mucho para la memoria. Para el rejoneador navarro el resultado final no ha sido del todo malo, salvo no anotar en la estadística. El Brujo de Apizaco no podrá decir lo mismo, luego de que la tarde se le puso cuesta arriba desde que el primero de su lote se partió el pitón desde la cepa, antes de que le diera un solo capotazo. Así, el ambiente se cargó hacia el lado de Hermoso y a Pepe López también se le complicó conectar con el tendido.

Aunque las comparaciones, o los cuestionamientos sobre quien será mejor han comenzado ya en México, me parece que Pablo Hermoso de Mendoza se ha concretado a revalidar el por qué es uno de los toreros que más gusta en nuestro país. Hace más de una década, Pablo llegó a México de la mano (valga la expresión) de Cagancho, y en el ruedo conocimos a Chicuelo, Labrit, Fusilero, Mariachi y tantos otros. Hoy en día, junto con Pata Negra, Manolete, Pirata, Chenel, Curro, Saramago, (que digno homenaje) genera ese binomio que hoy se ratificó en La México. Que Pablo ha tenido tardes de mayor alcance, es cierto, pero como se sabe en buena medida, dadas las condiciones de los astados que le han permitido esos momentos. Los dos toros de Los Encinos que enfrentó esta tarde no han sido malos. El primero se ha dejado más, pero duró menos, El segundo con mayor gas, pero con algunas complicaciones.

Si bien la colocación de los dos rejones al que abrió plaza no estuvieron en el sitio, esa especie de gambetas que realizó con Curro comenzaron a calentar al cotarro. Sobre los lomos de Chenel, el ánimo fue in creciendo. Comenzó por encelar al astado llevándolo cosidito al estribo. Tras salir de la primera banderilla, citando al astado de tercio a tercio y que colocó con un cambio, vino el galope de costado muy templado cubriendo más de la mitad de la circunferencia del ruedo, y los cambios por los adentros. Ícaro dio muestras de un gusto por torear en cortito, rodándose cara a cara con el de Los Encinos. Finalmente, con Pirata, luego de las 3 cortas, también rodando con el toro, vino la mala pasada con el rejón de muerte. Pese a haberlo puesto en el primer intento, este quedó muy trasero y contrario, por lo que todo quedó en una salida al tercio en reconocimiento de su labor.

Saramago recibió al cuarto, con el que comenzó a atemperar a un toro con que se arrancaba con un punto de violencia . Apareció enseguida Manolete al que el público aplaudió mucho. Este caballo lo mismo torea al estribo que a la grupa. Manolete y Pablo generaron esa atrayente combinación del brío del equino con la cadencia en la monta del rejoneador navarro.

Con Pata Negra, Pablo Hermoso alcanzó el clímax de la tarde. Que acierto cambiarlo de ser un caballo de salida a uno para banderillas, porque sin dejar de ser un caballo fuerte y seguro, tiene cualidades de mayor plasticidad y elegancia. Las piruetas que han terminado por poner del pie a la concurrencia han sido el colofón del mejor momento de la tarde. Con este Pata Negra igual comenzó a encelar al astado con el pecho, para ir girando y terminar toreándolo con el anca. Luego vino la algarbía de torearlo con la cola al rodarse con él de espaldas. Magnifico el quiebro para colocar la tercera banderilla en la boca de riego.

Nuevamente apareció con Pirata para colocar tres cortas y un par a dos manos. La terrible colocación del rejón de muerte hizo que toda premiación se esfumara, no así el gozo de la parroquia que lo sacó para ovacionarlo en los medios.

El júbilo del público se transformó por completo con los dos alternantes. Mientras que con El Pana fue hostil y majadero, con Pepe López estuvo más bien indiferente e impaciente.

Más de uno asegurará categóricamente que El Pana mandó estrellar al segundo de la tarde.. Si las bases son que era un toro que le pareciera con demasiada catadura, lo mismo hubiese hecho hace unas semanas en Guadalajara con la corrida de Santa María de Xalpa. Que así se las gasta, puede ser, pero para bien y para mal. Meras suposiciones, pues la única forma de tener esa certeza llegará, si se da el caso, de que Rodolfo Rodríguez El Pana así lo confirmara.

En adelante, nadie quiso saber nada de lo El Brujo hiciera y toreo a granel aquí no iba a encontrar. Al sustituto de Ordaz de nada agradabla apariencia, escaso de presencia y aún más de fuerzas, le robó una tandita por el derecho. Con el quinto, nadie puede negar que quiso estar empeñoso y agradar. Buscó torearlo en redondo, aunque es verdad que a prudente distancia, vino luego el toreo por alto, y al perfilarse arreció la rechifla, por lo que volvió a armar su muleta. El intento de una nueva tanda y una serie de san juaneras, pero nada. Insultos, pitos, explicables, que no justificables, acaso, en los contrastes que sólo genera un torero como El Pana.

Por su parte, a Pepe López lo esperaron poco. Quizá el toro más claro fuese el tercero. No obstante, no se trataba de un dulce, de esos toros para las vueltas y vueltas. Había que estar muy firme, pisándole el terreno, en el sitio, insistiéndole mucho. En ese tenor estuvo el , que tal vez, lo subrayo, de haber intentado vender un poco más, hubiese conseguido meter a este público que busca más el toreo de efecto inmediato.

martes, 8 de febrero de 2011

Perera y Saldivar reafirman, El Payo recompone

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Ante media entrada se lidiaron dos toros para rejones de Garfias (1° impresentable y manejable, 5° justo y emotivo), y siete de Barralva (uno de regalo) para la lidia a pie descastados y faltos de trapío en general.

Diego Ventura: palmas y dos orejas
Miguel Ángel Perera: pitos tras un aviso, pitos y al tercio en el de regalo
Octavio García El Payo: una oreja y vuelta
Arturo Saldivar: al tercio tras un aviso y palmas.

El regalo, fallas con la espada, sosería y flojedad, actitud, toreros, sitio, ausencia de trapío, pueden constituir un resumen general de la segunda corrida de aniversario, aunque por ahí se escapara algún toro bueno y alguno que otro más, aceptable en presencia.

Miguel Angel Perera, “tuvo” que regalar un astado. Al sexto, levemente pitado, no hubo nada que hacer, y para males, aciago con la espada. Con el segundo, también escaso de trapío y flojo, había construido una faena brindando muchos cuidados al toro. Había que tratarlo con mucha suavidad para que no blandeara, tandas cortas pero con un temple y sitio prácticamente perfectos. Mal con la espada y la respuesta del tendido se le revirtió.

Al de regalo, primero lo sujeto sutilmente con en el capote muy abajo para enseñarlo a embestir, pues además el astado hacía extraños primordialmente por el lado derecho. Con la muleta, la faena tuvo varios pasajes. En principio, cuando el toro se empleaba más, el trazo fue largo, y por supuesto bien templado. El toro se apagó prontito. En adelante fue obligarlo. Así cuajó muletazos en redondo, planteados como una dosantina pero continuados en torno a su cuerpo como eje. Con esas medias embestidas, o frenándose a medio viaje, o pensándoselo tanto para embestir, el de Badajoz mantuvo una quietud total. No hay forma de tener y pasarse un toro más cerca. Metido entre los pitones dejó que el toro lamiera casi el punto de la taleguilla, mientras con la muleta lo tocaba de un lado a otro a la espera de que quisiera embestir. De ahí que el único que dudaba era el astado, pues no importaba que pasara por enfrente o por la espalda.

Sólo había algo que parecía estar dictado ya para esta tarde. No habría forma de estar acertado con la espada. No habrá tampoco estadística, pero queda el recuerdo de un torero pleno de recursos, sitio, sello y torería.

Para el olvido, aquellas malas tardes de El Payo, pues volvió partir plaza otra vez el torero centrado y concentrado en su profesión. Si el queretano ha demostrado que tiene cualidades para esta profesión le podemos sumar una más. La capacidad para reencontrarse y mentalizarse en un tiempo tan corto.

Con el primero de su lote se arrebató en un quite por chicuelinas, y ya con la muleta con un toro que terminó desparramando la vista con la cara alta se recreó primero en una dosantina suelta, y luego en varias ligadas hasta rematarlas con un cambio de mano. Al quinto, un astado que era la sosería andante construyó una faena con solidez. Tanda a tanda fue mejorando y subiendo de intensidad. Entendió muy bien al toro, se puso en la distancia adecuada, acaso por momentos abusando del pico de la muleta, pero pensando en la cara del toro. Desconcertantes las decisiones del juez, que para una faena de mejor arquitectura no conceda la oreja, mientras que para la anterior, que no siendo mala no tuviera tanta solidez, sí.

Los pinchazos también le robaron una oreja a Arturo Saldivar. Aunque no le fue fácil encontrar el sitio y la distancia del primero de su lote, el torero no se desesperó, sino que se empeñó. No se trató de un astado ejemplar, además; descastado, que regateó siempre la embestida. Ese tesón le valió para conseguir una tanda por el lado natural y dosantinas con firmeza y elegancia. Al octavo no había nada que hacerle. Un manso que no acudía y si lo hacía era probando. Saldivar quiso, intentó, pero como dice el dicho, no se puede sacar agua de las piedras

Diego Ventura consiguió la meta de cortar las orejas en La México. Tras el famoso baile de corrales, pues de inicio se anunciaron para rejones toros de Reyes Huerta, luego que serían de Cuatro Caminos, pero terminaron por salir al ruedo dos de Garfias. El quinto fue el único bueno de los nueve corridos. La cosa con este no había empezado bien, pero Ventura estructuró una lidia precisa con sus cabalgaduras. Al anuncio del astado se colocó en la zona entre el tercio y los medios frente a la puerta de toriles para recibir al astado. Una suerte que es más un albur, pues resulta sumamente complicado medir la velocidad y ritmo con la que el astado llegará a la arena. Por ello es que ese primer rejón de castigo quedó más cerca del rabo que del morrillo, enseguida a poco estuvo de resbalar su cabalgadura. Con Oro llevó toreado a centímetros del estribo al astado por buena parte del ruedo, y con Sueste realizó un quiebro espectacular para clavar la tercer banderilla. Finalmente con Califa vinieron tres rosas y las cortas a dos manos.

Al primero de la tarde, un astado sin trapío y soso lo recibió con Triana. Con Nazari tras llevar al de Garfias bien toreado al estribo colocó la primer banderilla en un cambio muy vistoso. La obligada actuación con Morante con sus clásicas mordidas fue muy celebrada. Con Califa ribeteó la lidia con cortas a 2 manos y 3 cortas al hilo. Pese a la petición de oreja, la colocación del rejón, contrario, caído y trasero le costó la concesión de la misma.

lunes, 31 de enero de 2011

El Juli es Don Julián

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Ante cerca de 35,000 personas, en la mejor entrada de la Temporada se lidiaron siete astados de Xajay, uno de regalo que fue premiado con la vuelta al ruedo, desiguales en comportamiento y disparejos también en cuanto a trapío, anovillados algunos, otros cumplieron apenas en cuanto a trapío, aunque se anunciaran como cinqueños.

Eulalio López Zotoluco: una oreja que devolvió y una oreja con leves protestas
Julián López El Juli: una oreja que devolvió, al tercio y dos orejas y rabo
Octavio García El Payo: silencio y división de opiniones.

El Juli ha vuelto a poner de cabeza a La México, como lo hiciera en su época de novillero, aquella tarde que indultó a Feligrés, por ejemplo; además de provocar una de las mejores entradas de los últimos años en la Monumental. El recuerdo del asombro que causaba hace más de una década como niño torero, sin duda estuvo presente, sólo que ahora, en otro siglo, aquella precocidad se ha convertido en maestría del oficio, aquella capacidad en ciernes ha alcanzado una plenitud que no deja de causar admiración.

Una de las exclamaciones más estrenduosas que he escuchado no sólo en una plaza de toros –tal vez sólo equiparable al festejo de un gol de la selección mexicana en el estadio Azteca-, fue cuando Julián cobraba una estocada hasta las cintas al de regalo. Ese final es hasta de agradecerse, pues ya comenzaban las peticiones de indulto para un toro noble, repetidor, obediente, que iba paso a paso con la cara a media altura y sin la boyantía, codicia, clase y emotividad de un gran ejemplar de bravo. El Juli no entró en el juego, decidió perfilarse, y en todo caso, jugarse el todo o nada.

El madrileño toreó por nota . Primero lo bregó con suavidad para enseñarlo a embestir. Sin recibir mayor castigo, pues apenas acudió al caballo para que le partieran el pelo, El Juli interpretó un quite por navarras girando suavemente. Sin brindar la muerte del toro, tomó la muleta, se colocó apenas por dentro de las rayas del tercio a pies juntos y comenzó a torear con muletazos por alto, el de la firma y un desdén. Ahí empezó el concierto de un toreo libre, con temple, con hondura gracias a esa vocación, conocimiento y gusto por lo que se hace, -me parece. El toro lo dejó hacer de todo, noble, fijo, sin ninguna mala idea, seguía sólo la muleta sujetada por un Julián que está hecho un maestro. Ante la embestida pastueña del de Xajay El Juli se recreó a plenitud. Tandas por ambos pitones, aunque por el izquierdo el astado no se desplazaba con tanta claridad y entrega, dosantinas y un cambiado por la espala que alargaba al girar, lo que provocó el éxtasis en el tendido. Una faena prácticamente perfecta en tiempos, en técnica, en conocimiento. Para algunos, el rabo era incuestionable, para otros, la estocada tendida y trasera no le hubiese quitado las dos orejas.

Benditos pinchazos, dijo alguno. La faena que le hizo al quinto se había ido estrellar en hueso hasta en cuatro ocasiones. Ese segundo de su lote fue otro pastueño que permiten hacer a los toreros esas faenas de salón que se inventan en la preparación del día a día, sólo que le faltó fondo. El quite por chicuelinas y tafalleras había sido notable, sobre todo las tafalleras que tuvieron largueza. Tomó la muleta y apenas tras dos cambiados una dosantina, como sin mayor resistencia por parte del astado que enseguida El Juli comenzó a torear muy despatarrado, bajándole la mano, así dio esa dimensión a los muletazos que lo caracteriza, pero al doblar en varias ocasiones las manos, el madrileño tuvo que cambiar un tanto este procedimiento. Además, al exigirles tanto, pocos son los toros que le duran, como fue el caso. No obstante, Julián en una faena cortita pudo realizar un trasteo variado e inspirado.

Con el segundo de la tarde, un toro que comenzó a regatear las embestidas desde el segundo tercio mostró su faceta como un lidiador macizo, firme y con poder. Además de remolón, tiraba un seco derrote, duro y a la cabeza. Con la experiencia que tiene, se vió fácil ese someterlo en la medida de lo posible. Luego se volcó sobre el toro para matarlo, pero le faltó volumen por lo que la estocada quedó contraria y trasera. Pese a lo meritorio del trasteo, la concesión de la oreja fue excedida, por lo que apenas tras recibirla tuvo que entregarla a la cuadrilla.


Eulalio López Zotoluco tuvo también que regresar la oreja del primero, pues la faena aunque meritoria no alcanzó un clímax sostenido. Un tanto incomprensible resultó que sólo se llevara la muleta a la mano izquierda, pues el toro mostró mayor recorrido y cierta calidad por ese pitón, mientras que por el derecho iba con una embestida más corta y deslucida. Además de esa tanda por naturales cuajó tres más por el derecho pero no continuas, que como decíamos antes, provocó intermitencia en el trasteo. Cobró una entera en el ahora famoso rincón, y ante petición no mayoritaria el juez soltó la oreja que fue claramente protestada.

El segundo de su lote fue un toro cinqueño pero no armónico en su constitución. Con cornamentas desarrolladas pero sin remate de carnes. Con este repitió también la dosis de conocimiento y oficio que posee. Complicado también este quinto, pero Zotoluco con reposo, dándole tiempo y aire al astado, pero exigiéndolo al mismo tiempo. Con este, el torero de Atzcapotzalco mostró un toreó con largueza, enganchando al toro muy adelante, y también esa casta encelándo al toro con los muslos, acortándo la distancia para hacerlo embestir.

Se puede tomar como una alerta lo ocurrido con El Payo esta tarde, para su administración y para él en su desempeño. Este torero ha mostrado capacidades sobradamente, pero si esas cualidades no van acompañadas por una cabeza despejada, pueden entonces quedarse ahí estancados. Lamentablemente son pocos los toreros mexicanos que al no tener un toro a modo, han puesto entonces ellos la raza. El Payo, lo ha hecho, sin embargo, ese carácter parece estar desvirtuándose en una especie de valentón sin gallardía.

Más allá de si las decisiones administrativas son adecuadas o no, lo que ocurre en el ruedo es que no parece estar pensando con claridad delante de la cara del toro. No ha enfrentado un lote fácil, pero tampoco crucigramas sin solución. La desesperación parece que le gana, y olvida el adagio “Despacio, suprema virtud del toreo”.

*Fotografías de Humberto Ávila