martes, 22 de marzo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

Maripaz Vega sale en hombros en el cierre de la temporada

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Con aproximadamente siete mil asistentes en los tendidos se lidiaron tres ejemplares de La Punta, disparejos en hechuras y comportamiento al igual que los otros tres de Jesús Cabrera, más uno de La Joya de regalo bueno, pero apenas justo de presencia.

Maripaz Vega: dos orejas y división de opiniones
Hilda Tenorio: palmas tras un aviso, silencio tras un aviso y silencio tras aviso en el de regalo
Lupita López: una oreja y silencio tras tres avisos.

Después de poco menos de una década Maripaz Vega hizo otra vez el paseíllo en la Plaza México. No obstante, la constancia, la lucha sin tregua de todos estos años –sumados además los de alternativa-, han quedado claros este domingo, y reciben ahora, una justa recompensa.

Luego de otorgar la alternativa a Lupita López, la malagueña recibió a Kicapu, un astado chico y sin rematar de Jesús Cabrera, y por tanto fue protestado. Las verónicas tuvieron reciedumbre. Bien toreadas y por tanto jaleadas en los tendidos. El quite por chicuelinas fue suave, en especial la segunda, muy cadenciosa. Con la muleta, Maripaz estructuró una faena afuerita de las rayas del tercio con sitio y oficio, primero. Prendía bien al astado para llevarlo bien toreado en tandas primordialmente por el lado derecho. El toro aunque tuvo una aceptable dosis de clase y nobleza, le hizo falta fuerza, y como dicen algunos, un punto más de raza. Fue un trasteo de esos que hacen ver las cosas fáciles, gracias a la colocación, a la quietud, esa que no se equipara a la inmovilidad, sino al movimiento justo, y a la capacidad de entender y resolver. Por el pitón izquierdo el toro era menos claro e iba rebrincando, aunque fue por la diestra que vino un achuchón sin consecuencias.

Bello el colofón. Un abaniqueo por la cara muy torero que precedió a un estoconazo. Perfecta la ejecución y la colocación, pues el toro tardaría unos 15 segundos en rodar sin puntilla. La estocada merecía por sí sola una oreja. La segunda fue solicitada con insistencia de manera casi unánime, por una faena a la que le faltó un astado con mayor emotividad, pero que tuvo una sólida arquitectura.

Con el cuarto de La Punta, un toro que a cada muletazo, que fueron más bien doblones para ahormarlo, desarrolló un peligro evidente, Maripaz Vega optó por abreviar rotundamente. Para unos aceptable, para otros reprochable el no jugarse la vida en pro de un heroismo sin fondo, que redituaría en el mejor de los casos, en el reconocimiento.

Milagroso de La Punta fue el toro de la alternativa. Como el milagro del toreo, como el milagro de ser torero, como el milagro de ser matadora de toros. Aunque pobre de cabeza, el público se aguantó la protesta y Lupita López pronto lo toreó muy sabroso a la verónica. Luego vino un señor quite por gaoneras, nada dogmático, es decir, no el típico que se plantea en los medios para aguantar toda la leña, simplemente un quite bien ejecutado y con interpretación propia.

La toricantana no podía ocultar el nerviosismo. Antes de recibir los trastos por parte de la matadora malagueña agradeció, pidió permiso, o que se yo al juez. Tras la ceremonia, poco a poco fue fluyendo. Ese Milagroso fue un toro muy noble, soso, pero ideal, me parece, para que Lupita López pudiera confiarse. Había que cuidarle mucho las alturas, pues también careció de fuerza y la yucateca fue resolviendo hasta entregarse en muletazos muy sentidos por el pitón derecho. Todo era dejarse llevar, el astado se lo permitía, pasaba y pasaba sin poner un pero, y así Lupita logró disfrutar plenamente. También ello lo transmitió al tendido, que pese a una estocada casi entera y caída pidiera la oreja.

Con el sexto escuchó los tres avisos evidentemente por inexperiencia. Pero no tanto por el oficio con los aceros, que también no fue lo eficiente que se requería, sino por la falta de presteza para volver a perfilarse tras una estocada que no daría resultados. Zarape (supongo que en alusión a los tradicionales sarapes de Saltillo) de Jesús Cabrera, pasó el primer tercio barbeando las tablas. Sin embargo, para el tercio final acabó empleándose con mucha nobleza, luego de que la matadora yucateca lo sacara un poco a la zona de los medios. Lupita volvió a torear gustándose, quizá no mandándolo, sino más bien acompañándole la embestida. Ahí queda el personal sello de la nobel matadora, quien seguramente con más toros podrá madurar técnicamente.

Hilda Tenorio si bien tuvo una tarde con toda la voluntad y disposición, por momentos fue también desconcertante. El primero de su lote, de Jesús Cabrera, como el sexto, del mismo hierro, anduvo dando vueltas por todo el ruedo barbeando las tablas con la clara intención de salir de ahí. Hilda se fue a los medios a torearlo por chicuelinas para hacerse de él, pero resultó infructuoso. Con la muleta no cambió. Siempre huía. Sus compañeras se le había ido por delante, ello le apretó y con la finalidad de no quedarse atrás intentó hacerle el toreo en redondo.

Con el quinto de La Punta no logró confiarse. Si bien el astado metía la cabeza, conforme fue transcurriendo la lidia se fue quedando y venciendo en cada muletazo. Optó por obsequiar un sobrero de La Joya, de la línea Parladé, que fue bravo, tuvo codicia y fue muy fijo. Este encaste, como se sabe, resulta un poco más violento, pero permite que al prender a los astados desde adelante y llevarlos bien metidos en la muleta puedan emplearse, de otro modo, parece que se resabian y es difícil estar ahí con ellos.

La michoacana no estuvo fina con los aceros de nueva cuenta y terminó por escuchar un aviso en cada uno de sus ejemplares.

*Fotografía cortesía de Humberto Ávila

lunes, 7 de marzo de 2011

Destacada actuación de Alberto Espinoza

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Ante una paupérrima entrada, se lidiaron cinco toros de Ordaz y uno de Villa Carmela (5° bis), muy bien presentados, de distinto juego, pero dejando que desear en su conjunto.

Juan Bautista: palmas y silencio
Alberto El Cuate Espinoza: al tercio tras dos avisos y al tercio
Fermín Rivera: palmas y silencio

De nueva cuenta nos encontramos en la plaza con dos toreros mexicanos ataviados con más deseos que experiencia. Circunstancias distintas para cada cual. Aquí y ahora Alberto, uno de Los Cuates Espinoza es quien retomó su carrera tras la grave cornada de Enrique en Puebla hace casi un par de años. Aquí y ahora, Fermín Rivera tiene que esperar bajo el diario recuento de las horas y los esfuerzos un contrato.

Pese a esas faltantes, Alberto Espinoza dio una tarde con valores toreros. Con suerte o sin suerte, con el lote menos potable, con viento. Al primero de Ordaz lo recibió con verónicas y chicuelinas, incluso, alguna tafallera por ahí. Fue un toro que esperaba mucho, renegón para acudir a la muleta, sin recorrido, que al quedarse a mitad del viaje siempre supo donde estaba el torero. ¿Qué le quedaba entonces? Arrimarse con vergüenza, aventurarse a que cuando lo levantara, porque la probabilidad era prácticamente neta, quedara en un arropón. Para su fortuna así fue, sólo una voltereta. Cuando se apuesta caro, también la recompensa puede ser valiosa. Aún por momentos mal colocado, sin contar con una estructura precisada hasta el último detalle, consiguió muletazos valiosos, bien trazados, pero sobre todo, tragó de verdad. La moneda de cambio fue alta y de haber estado fino con la espada, pudo haber paseado un apéndice. La salida al tercio, aún con dos avisos encima recuerda que el aficionado de verdad valora y aprecia todos esos matices que tiene el toreo.

El quinto tuvo que ser devuelto a los corrales. Al ser entorilado a medio día, se estrelló fuerte pero al no haber señales contundentes de haberse partido el pitón fue enchiquerado. Sin embargo, al salir al ruedo, la fractura era evidente. Lo incomprensible de esto resulta la poca prontitud con la que actuó el juez de plaza, pues mientras la gran mayoría de los asistentes nos percatamos de que el pitón “la bailaba”, permitió que fuera picado. Al encontronazo con el peto, irremediablemente se le cayó el pitón.

Fue sustituido entonces por uno de Villa Carmela que desentonó con el juego que dio el encierro de la semana anterior. Agarrado al piso que además no repetía para una segunda embestida. Alberto Espinoza volvió a dar muestras de aguante y más que buenas intenciones. Uno a uno, ayudando al toro siempre al final con las alturas. De nueva cuenta también oficio mal con la espada, y volvió a saludar en el tercio.

Fermín Rivera sorteó un lote con dos toros que “te dejan estar” pero al mismo tiempo no te dan brindan posibilidades amplias. El “te dejan estar” entrecomillado, por ser una frase común, pero también porque el tercero nunca dejó de mirarlo. Aunque había toreado bien a la verónica, el potosino no terminó de acomodarse con un toro que iba rebrincando y por ello no mantenía un ritmo con el pudiera asentarse. Justo además, para este turno comenzó a llover.

Con el sexto, a Fermín le costó mucho hallarle la distancia precisa a un toro que parecía iba a funcionar pero se apagó muy pronto. Voluntarioso, insistente, con toda la disposición, pero poco sitio, apenas se pudo recrear en cuatro o cinco muletazos muy sabrosos, pero al no haber un mando firme lo poco que lograba se iba diluyendo. A sus dos ejemplares los mató prácticamente igual. Como mataba Curro, por derecho, sólo que seguramente por la estatura de Fermín ambas estocadas quedaron traseras.

Juan Bautista estuvo verdaderamente bien, me refiero a la parte técnica. Sin embargo, con el primero, que además de paliabierto lo toreó a gran distancia. Con el cuarto, estructuró una faena paso a paso, con la lidia adecuado a un toro deslucido y con un recorrido mínimo aceptable, sin embargo mientras la faena sumaba nunca llegó a romper, no hubo un muletazo en el que el torero francés se sintiera. En cambio, cada vez toreaba más rápido.