martes, 14 de febrero de 2006

v2.0

Era un piano viejo sobre la mesa o en aquel rincón debía cruzar un árbol con una casa o era la sala entera junto al comedor o a la cocina.

El perro ladraba a todos o a ninguno desde la reja que burlaba o asemejaba en el techo un ciclón que corría o bebía tras un lápiz berol del número dos.

No estoy hablando de marte o de otra galaxia en la que no habiten las vacas o los burros o los borregos, o que se yo si lo que ocurre ahí no es cosa de la suerte sino de vida o muerte.

Vivián solo dos ojos del azul de mar o azul del cielo cuyo prólogo o epitafio eran un tumulto de lápidas sin sentencias o sin época que llamaran la atención mía o de usted.

jueves, 2 de febrero de 2006

Enero 29, 2006.

[publicado originalmente en Acta Semanal, Febrero 1, 2006].

LA TORICANTANA

Enero 29, 2006.

Manejé la carretera México-Toluca (en este sentido) repasando la tarde de este 29 de enero. No puedo dormir. Fue demasiado. Es demasiado aún, pero intentaré escribir.

Es muy probable que cuando usted lea estas líneas esté sobrenterado del vuelo de “Pajarito” -nombre es destino-, al tendido de la Plaza México. Pero quizás no prestó atención a la segunda y tercera parte de la nota, que todos los noticiarios y diarios estarán dando esta mañana.

En mi mente, en el recuerdo, en el repaso, en la afición, las respuestas y las preguntas van y vienen. No puedo ordenarlas. Es demasiado.

La fiesta brava es un rito. Y junto con toros, toreros, ganaderos, los aficionados también participamos en él. Suena por primera vez en la tarde el clarín. El primer llamado a la muerte.
Antes que los toreros pisen la arena la llave de la puerta de los sustos es entregada al torilero. De ahí saldrá el peligro: la muerte: la fiesta brava. ¿Adivino algo? Frecuentemente olvida quien es el toro. La fiesta es cruel. Y después del drama, que no llegó a tragedia: Suena el clarín de otro toro/ ¡y aquí no ha pasado na’! (Cué Ramón. El arenero)

Colgado del cartel, el hombre que marcó ya, un parte aguas en el rejoneo: Pablo Hermoso de Mendoza. El jinete con su magia y con su cuadra de caballos toreros. Repaso su faena. Cumple con la primera condición: el toreo es efímero. Fue una de mis primeras lecciones en el mundo del toro.

¿Fue de rabo? La exigencia aprieta. Mi afición contesta: por supuesto. Construyó toda la faena. Lloré en el tendido. La emoción fue extrema. El toro parecía que iba a menos en el tercio de banderillas. Y vuelve desde la memoria fresca el toreo a la grupa. Cosido el toro a la cola del caballo dan vuelta entera al ruedo. Los cambios por los adentros. Los caballos toreros. Que alegre faena. Olé

El toricantano, Xavier Ocampo regaló un toro y salió su majestad EL TORO. Un pavo de 570 kgs. Alto, enmorrillado, de preciosa lámina. Los cojones le colgaban. Cara de toro, toro. Troyano de Fernando de la Mora.

La plazota embebida, endulzada, a media faena comenzó a ondear los pañuelos blancos para solicitar el indulto de este tío ¿Y si sí era de indulto? ¿La exigencia apretó demasiado? Mi afición contesta: No. No. No rotundo. El toro fue picado en varias ocasiones no por bravo en realidad, sino porque los tres tumbos al hilo se debían a su fuerza. Terminó con la cara arriba, con embestidas cortas. Soseaba. A un toro no se le perdona la vida por su presencia. Debe ser un astado ejemplar, bravo como no más, noble, claro, con son, con clase.

Y salió “Pajarito” de la puerta chiqueros. Vira a su derecha. Antes de llegar al tercio, los que hemos visto toros adelantamos que brincaría. En esos segundos, ya en el tendido, mientras caminaba entre las butacas de barrera me preguntaba ¿qué hacer para detener a ese toro? Mi afición contesta: ¿del rabo?

Manolo Arruza, recibió un puntazo del primero de su lote. Mismo al que le cortó una oreja, tras una faena estructurada con técnica, y un limpio tercio de banderillas.