lunes, 7 de marzo de 2011

Destacada actuación de Alberto Espinoza

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Ante una paupérrima entrada, se lidiaron cinco toros de Ordaz y uno de Villa Carmela (5° bis), muy bien presentados, de distinto juego, pero dejando que desear en su conjunto.

Juan Bautista: palmas y silencio
Alberto El Cuate Espinoza: al tercio tras dos avisos y al tercio
Fermín Rivera: palmas y silencio

De nueva cuenta nos encontramos en la plaza con dos toreros mexicanos ataviados con más deseos que experiencia. Circunstancias distintas para cada cual. Aquí y ahora Alberto, uno de Los Cuates Espinoza es quien retomó su carrera tras la grave cornada de Enrique en Puebla hace casi un par de años. Aquí y ahora, Fermín Rivera tiene que esperar bajo el diario recuento de las horas y los esfuerzos un contrato.

Pese a esas faltantes, Alberto Espinoza dio una tarde con valores toreros. Con suerte o sin suerte, con el lote menos potable, con viento. Al primero de Ordaz lo recibió con verónicas y chicuelinas, incluso, alguna tafallera por ahí. Fue un toro que esperaba mucho, renegón para acudir a la muleta, sin recorrido, que al quedarse a mitad del viaje siempre supo donde estaba el torero. ¿Qué le quedaba entonces? Arrimarse con vergüenza, aventurarse a que cuando lo levantara, porque la probabilidad era prácticamente neta, quedara en un arropón. Para su fortuna así fue, sólo una voltereta. Cuando se apuesta caro, también la recompensa puede ser valiosa. Aún por momentos mal colocado, sin contar con una estructura precisada hasta el último detalle, consiguió muletazos valiosos, bien trazados, pero sobre todo, tragó de verdad. La moneda de cambio fue alta y de haber estado fino con la espada, pudo haber paseado un apéndice. La salida al tercio, aún con dos avisos encima recuerda que el aficionado de verdad valora y aprecia todos esos matices que tiene el toreo.

El quinto tuvo que ser devuelto a los corrales. Al ser entorilado a medio día, se estrelló fuerte pero al no haber señales contundentes de haberse partido el pitón fue enchiquerado. Sin embargo, al salir al ruedo, la fractura era evidente. Lo incomprensible de esto resulta la poca prontitud con la que actuó el juez de plaza, pues mientras la gran mayoría de los asistentes nos percatamos de que el pitón “la bailaba”, permitió que fuera picado. Al encontronazo con el peto, irremediablemente se le cayó el pitón.

Fue sustituido entonces por uno de Villa Carmela que desentonó con el juego que dio el encierro de la semana anterior. Agarrado al piso que además no repetía para una segunda embestida. Alberto Espinoza volvió a dar muestras de aguante y más que buenas intenciones. Uno a uno, ayudando al toro siempre al final con las alturas. De nueva cuenta también oficio mal con la espada, y volvió a saludar en el tercio.

Fermín Rivera sorteó un lote con dos toros que “te dejan estar” pero al mismo tiempo no te dan brindan posibilidades amplias. El “te dejan estar” entrecomillado, por ser una frase común, pero también porque el tercero nunca dejó de mirarlo. Aunque había toreado bien a la verónica, el potosino no terminó de acomodarse con un toro que iba rebrincando y por ello no mantenía un ritmo con el pudiera asentarse. Justo además, para este turno comenzó a llover.

Con el sexto, a Fermín le costó mucho hallarle la distancia precisa a un toro que parecía iba a funcionar pero se apagó muy pronto. Voluntarioso, insistente, con toda la disposición, pero poco sitio, apenas se pudo recrear en cuatro o cinco muletazos muy sabrosos, pero al no haber un mando firme lo poco que lograba se iba diluyendo. A sus dos ejemplares los mató prácticamente igual. Como mataba Curro, por derecho, sólo que seguramente por la estatura de Fermín ambas estocadas quedaron traseras.

Juan Bautista estuvo verdaderamente bien, me refiero a la parte técnica. Sin embargo, con el primero, que además de paliabierto lo toreó a gran distancia. Con el cuarto, estructuró una faena paso a paso, con la lidia adecuado a un toro deslucido y con un recorrido mínimo aceptable, sin embargo mientras la faena sumaba nunca llegó a romper, no hubo un muletazo en el que el torero francés se sintiera. En cambio, cada vez toreaba más rápido.

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