martes, 30 de agosto de 2011

Juan Pedro Moreno, Pozohondo y la lluvia

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]
    
Con un fortísimo aguacero durante la lidia de los dos primeros novillos de la tarde que fue menguando hasta el quinto, y ante unos tres mil asistentes se lidiaron seis novillos de Pozohondo, bien presentados en conjunto y de buen juego. Destacaron los corridos en 1°, 5° y 6°, homenajeado este último con arrastre lento.

Fernando Labastida: silencio y silencio tras dos avisos
César Ibelles: silencio y pitos tras dos avisos
Juan Pedro Moreno: al tercio y al tercio tras un aviso.

El, o La primera en hacer el paseíllo hoy en La México fue la lluvia. Cinco minutos antes de la hora comenzaron a caer las algunas gotas tan orondas de su misión que, al sonar el clarín y abrirse la puerta de cuadrillas, aquello ya era una inclemencia.  Pese a ello, que en esta plaza se iniciara el paseo de cuadrillas no resultaba insensato. Aunque la tradición reza “con permiso de la autoridad y si el tiempo lo permite...” el estatuto suele cambiarse por la voluntad de los espadas y una solución alterna recurrente: puntual  los toreros parten plaza y entonces, se da paso a la espera de que escampe.  El arreglo del ruedo es una tarea laboriosa para los monosabios, pero ellos logran dejarlo en condiciones propicias, al menos para la lidia a pie. Obligado detener el paso al llegar los tres novilleros a la barrera. La solidaridad moral y ese luto que ha guardado nuestro país en estos días, perdona que los asistentes acorazados bajo los paraguas e impermeables se pongan de pie, pero la voluntad sí logra el silencio.

Ahora, cuadrillas y espadas se acomodan para la salida del primer novillo, como si se tratara de un rocío. No, la profusión se convierte en aguacero. Capitán se fue al destazadero casi inédito. Casi porque aún con la desconfianza que les produce a los astados andar en un barrizal, el novillo dejó patente su voluntad para emplearse, y no siendo poco se avizoró que tenía calidad en las embestidas. Por su parte, a Fernando Labastida se le puede reconocer esta postura de buscar imponerse además, a la adversidad climática. Con la capa optó por recoger al novillo, y para comenzar la faena de muleta, se fue al centro del ruedo para ejecutar dos cambiados por la espalda; era además la zona menos afectada del ruedo.  En adelante, se intercalaron algunos buen muletazos con cuatro desarmes, y  reajustes que en consecuencia no sumaron para una labor redondeada.

Con el cuarto que no tuvo la claridad del primero comenzó y terminó sin entenderlo. Por fin les quedaba poco a las nubes, solamente una llovizna de fino trazo. Muleta en mano el joven potosino se dobló con el astado, pero de ahí no hubo más ese dominio necesario. El novillo era un tanto enrazadito, pero esa virtud no del todo suficiente ya que terminó por no acudir con prontitud. Embotado el novillero, tampoco le fue fácil darle muerte.

El de menor currículum de la terna, el poblano Juan Pedro Moreno tuvo la actitud y sello para enganchar a los aficionados que son capaces de llegar y quedarse en la plaza aun cuando no hay  autor a quien reclamarle esa falta de clemencia meteorológica. Se le podría calificar también por su verdor técnico, saldo de las escazas 9 novilladas toreadas, y por sus procedimientos sin atemperar; comprensible enredo entre las ideas y la prisa por exponer. El apresuramiento con la capa o en el intento de ligar las tandas; el temple, la largueza y una interpretación natural con la sarga, priman en la labor del ahora alumno de la Academia Taurina Municipal de Aguascalientes. 

Aún con la lluvia prendida del cielo, ante el tercero inició con dos largas de rodillas, y ya en pie la media que abrochó fue la primera carta. Del quite por chicuelinas se apunta no dejar pasar la opción. Con la muleta es verdad que lo hecho no logró la unidad. No hay estructuración mental y entonces, tampoco práctica. Los trazos que aparecen cuando logra prender al novillo se convierten en una especie de verso en prosa, dilatados  hasta el derrochar la embestida que el astado concede. No obstante hizo falta mandar al novillo que fue noble y tuvo fondo para llegar hasta el final. Con la espada se fue por derecho y esta quedó en muy buen sitio, lo que hizo doblar pronto al astado. Se entusiasmó parte la parroquia, y pidieron la oreja, pero de haber sido concedida el otro tanto la hubiera protestado.

Con el sexto sin más que alguna gota atrasada Juan Pedro ratificó. El novillo había intentado saltar al callejón y se lastimó la pata derecha. La lesión la hizo evidente pero como tuviera fuerza para reponerse no fue cambiado aún cuando esas condiciones físicas no fueran totales para la lidia.

Asturiano tiene el recorrido que le permiten a Moreno de nuevo recrearse en su interpretación.  De nuevo logró prodigarse en esos personales muletazos ante un astado también muy noble, con recorrido y clase. Mejor aún, pudo cuajar al menos un par de tandas, una por cada pitón. Las interrupciones vinieron con los desarmes. El poblano parece plantarse con una intención firme, pero a su proceder le falta asirse a una estructura para la lidia. Lo que no fue una constante fue el oficio con el acero.

Tendremos de verlo pronto de nuevo en esta plaza.

César Ibelles
también había hecho frente al temporal e intentó hacer trascender su labor con Rey Godo que pecó por deslucido. Además, en cierta medida desconfiado por las condiciones de la arena, el astado no se empleaba con soltura, y por falta de raza se frenaba apenas iniciado el muletazos. Bajo este escenario el novillero capitalino tuvo una actuación decorosa.

Sin embargo las buenas condiciones del quinto de la tarde le pesaron al joven Ibelles. Sin llegar a ser un novillo extraordinario, tuvo transmisión por conjuntar la bravura y calidad necesarias para pedir mando y temple. César Ibelles no encontró la ruta ni el sitio para no sólo sumar, sino estar someter y transmitir.

lunes, 22 de agosto de 2011

Una oreja otorgada con bondad para Antonio Galindo

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Con aproximadamente 2,500 personas en los tendidos se lidiaron seis noviillos de San Antonio de Padua, disparejos en juego, presencia y edad.

Manolo Olivares
: silencio y división de opiniones
Juan Vicente: palmas y pitos
Antonio Galindo: silencio y una oreja.

La novillada de San Antonio de Padua resultó ser un muestrario parcial de comportamiento, y un soporte para la discusión entre edad y trapío.

De seis novillos, el cuarto, fue noble tuvo clase, recorrido y cierta codicia. El segundo también fue noble, con recorrido, pero sin mucha calidad en la embestida. El primero, desde temprano se empezó a colar y terminó espiando al torero. El tercero, reservón y agarrado al piso, por lo tanto con la mínima voluntad para acudir a los engaños. Quinto y sexto nobles.

Astados tres años y hasta toros con más cuatro años cumplidos, pero ninguno con un cuajo imponente, musculosos, enmorrillados, cornamentas, salvo la del primero. Asi que si el trapió no lo dan los kilos, tampoco está sostenido únicamente en la edad.

De tres novilleros, Antonio Galindo sólo alcanzó a esbozar el trazo fino que posee, Manolo Olivares no llegó a cuajar la faena que le hubiera permitido la continuidad y fuerza para doctorarse de nueva cuenta, y Juan Vicente dejó claro, una vez más, que sus cualidades no son las suficientes para torear vestido de luces.

La oreja que cortó el novillero tlaxcalteca pareciera más un autoregalo al público por su paciencia. Antonio Galindo había intentado despertar al cotarro con el recibo de hinojos al sexto.  Chicuelinas andantes con ritmo para llevarlo al caballo. La faena de muleta comenzó con buen augurio, pero el viento diluyó toda posibilidad. Más que no confiarse, Galindo no pudo concentrarse para consumar. Parecía tener en mente hacer las cosas lo mejor posible, ser fiel a su interpretación, sólo que las condiciones plantearon más factores, y aún falta esa experiencia para poder conjuntarlo todo. La ejecución de la estocada fue muy buena, no así la colocación, aunque suficiente para que la mayoría, no absoluta, considerara el espadazo como mérito para una oreja. Quizá en otros cosos puede ser, pero no en La México. Como la vuelta al ruedo que la ganadera dio con el joven novillero. Si él la invitó, ella salió. Si fue para que los chiquitines, hijos o sobrinos vivieran esa experiencia, puede explicarse, pero no justifica se si deseamos darle el máximo respeto a lo que suele llamarse recinto sagrado del toreo.

Con el primero de su lote Antonio tuvo una actuación de valía. Con un toro completamente parado Galindo se esforzó por literalmente robarle los contados muletazos a ese novillo rejego. Sí, también faltó transmisión por el lado del novillero, y es que tal vez la expresión del tlaxcalteca es muy sobria, además, dadas las veces en que lo hemos visto torear, lo logra cuando puede expresar la calidad de su toreo. Hasta ahora le cuesta mucho meterse, atacar como se dice ahora, a los astados.

El capitalino Manolo Olivares debió haber cortado las dos orejas del cuarto. Había alborotado a la concurrencia al cubrir el segundo tercio, pero desde entonces hubo poca cabeza para estructurar una lidia y una labor que le permitiera aprovechar las condiciones del astado y una faena que alcanzara un gran nivel. Todo quedó en la intención de torear con la mano muy baja, muletazos acompañados pero no crujiendo los olés. Sí es difícil templar, lo es más, mandar. Mandar en cada embestida, mandar en los terrenos, mandar en las distancias.

Con el primero puede tener disculpas, puesto que como hemos señalado, el novillo desde los primeros lances comenzó a colarse. Y entre necedades, quizá la nuestra sea mayor, ¿por qué no torear en función de los astados en lugar de querer torear en redondo a un toro con esta condición? No es que sea imposible, pero para lograrlo hay que comenzar por ese principio. Los muletazos de aliño sin mucho poder vinieron al final. Tres arropones que terminaron por separar el punto del bordado derecho de la taleguilla pueden valorarse como señal de entrega, pero también por falta de entendimiento en un torero que ya renunció a una alternativa.

Finalmente, si alguien cuenta con una explicación, o por lo menos justificación de la inclusión de Juan Vicente en este cartel, ojalá que pueda compartirla. Evidentemente deseo que incluya al menos algún argumento que refleje su valor taurino. Si a priori no se encontraba lógica en anunciar a un novillero con una edad más cercana a las cuarenta, que a los treinta, sin referencias, buenas ni malas, de actuaciones recientes, a posteriori tampoco.

Un hombre, vestido de luces, que tiene los conocimientos mínimos para estar delante de la cara de los astados, que llega a gustarse en algún muletazo, pero sin sitio, oficio, personalidad, sensibilidad ni ambición para un profesional.

viernes, 5 de agosto de 2011

Los toreros y la fiesta de México

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

En los últimos meses los toreros mexicanos han sido tema en Europa, -España primordialmente. La inclusión o la no exclusión de estos connacionales en las ferias, plazas y festejos de mayor importancia en la península, ha permitido por principio de cuentas, que se conozcan seis, siete, ocho nombres de toreros “mejicanos”. Luego, las actuaciones en el ruedo y los resultados de cada uno, es lo que ha propiciado la generación de espacios, textos, comentarios por parte de la prensa y los profesionales ibéricos. Así pues, el medio taurino mexicano se ha dado no sólo a valorar el desempeño de estos toreros por aquellas plazas, sino también de calificar como positivos esos juicios, comentarios, opiniones, reseñas, etc.; apreciación que compartimos. La conclusión es sencilla, se ha “hablado” bien de los mexicanos en España.

Cuatro de los cinco toreros que se presentaron en Madrid en la pasada feria de San Isidro, han vuelto a hacer el paseíllo en Las Ventas. Arturo Saldívar a los pocos días, Joselito Adame en las corridas posteriores a las ferias, Sergio Flores y Diego Silveti en el actual serial de novilladas, e Ignacio Garibay está por hacerlo en algunas semanas.  A estos se le deberán sumar también las apuestas de Arturo Macías El Cejas, Israel Téllez, y Brandon Campos, quien fue la verdadera sorpresa , para tomarlo como la señal que reforzaría aquella conclusión.

¿Qué representa todo esto para la fiesta de y en México? ¿Estos hechos son un reflejo de la fiesta en nuestro país, o se trata más bien de esfuerzos aislados  que las empresas de Madrid, Sevilla, Pamplona, por mencionar algunas sí han sabido aprovechar?

Loable, sin duda, ha sido  la actitud, la responsabilidad con la que cada uno de estos toreros ha enfrentado los compromisos. Sin embargo, la fiesta en México en su conjunto no puede creer que el asunto está resuelto. México no está viviendo “en carne propia” esos resultados halagüeños. Lo que está pasando allá no se está viviendo aquí.  Estos triunfos morales les pertenecen a ellos, pero no a México porque no están fincados por todo lo que podría sumar el mundillo taurino de nuestro país, sino que esas ambiciones y apuestas tienen únicamente soporte en sus propias casas.

Aquí, la fiesta está como partida. Lo que ocurre en el territorio nacional con los toreros mexicanos y extranjeros es muy distinto a lo que pasa con estos mismos, pero fuera de aquí. ¿Ya no vale la pena apostar aquí? ¿Por qué jugarse el todo o nada, allá? ¿El escenario en México ya no tiene capacidad para irradiar? Esa desolación y fastidio de la medianía ha hecho que como aficionados sólo alberguemos la esperanza de un torero mexicano, pero fuera de México. Queremos instalar en el nicho, hoy evidentemente vacío, del gran torero de época, de mesías al primer fulgor. ¿Como aficionados estamos también perdiendo el piso?

Arturo Saldívar ha dado este año por las plazas españolas, pasos que han de ser pilares de su carrera, pero eso es hasta ahora. Sergio Flores, ha dado la talla como novillero, está en la recta final de esta etapa y ese llegar embalado a la alternativa es el mejor contexto para la transición. Ignacio Garibay y Joselito Adame reafirmaron o reabrieron los horizontes de sus carreras, cada uno en su respectiva etapa. Aquí cuatro matadores de toros mexicanos –uno virtual-, que han traspasado las fronteras del “puede ser”.

Por otra parte, los mismos Ignacio Garibay y Joselito Adame, junto con Diego Silveti, Israel Téllez, Juan Pablo Sánchez (en 2010) son la muestra de esa fraccionamiento de la fiesta en México. Ninguno de estos estuvo en la Plaza México, por lo menos, en el último año. Las razones, distintas para cada uno, desinterés, caprichos, falta de voluntad, de una o de la otra parte, pero si existe un  desacuerdo entre el elenco que presentan Madrid, Sevilla, Nimes, Arles o cualquier otra plaza de primera en Europa y La México, no hay duda, el camino está o se anda chueco.

Tan chueca, tan dividida, tan mediana, que estos heroicos toreros mexicanos vuelven a México al confort. ¿Para qué entonces hacer el esfuerzo en Europa? ¿De verdad queremos encumbrar a un torero que extranjía es capaz de todo, pero ante nosotros anda a medias? Sin ánimo nacionalista, suficiente tenemos con lo que los de allá vienen a hacer aquí. ¿Es que acá no es redituable, y por tanto, ni siquiera lo merece actuar con la responsabilidad al cien? ¿Acá cobran y allá lo apuestan? En su defensa, cierto es también que ni siempre, ni todo, es atribuible a los matadores.

Sí hay toreros capaces de las hazañas ya narradas, entonces ellos pueden ser esos mandones de la fiesta en México. ¿Qué pasaría si al volver aquí exigieran el nivel de profesionalismo al que están sometidos en España y Francia? ¿Los desterraríamos?

Todos los seres humanos, preferimos el menor esfuerzo por la mayor recompensa, sin importar que esta sea efímera, ligera y sin fondo. Pero no todos eligen esa opción. ¿Alguno querrá ser además del torero con mayor arte, o el mejor lidiador, el torero de mayor ética y responsabilidad? ¿No será este el camino para ponerse de verdad a la altura de las figuras actuales? ¿Cómo podemos construir esa soñada grandeza? ¿O este es un ideal tan lejano, como nuestra realidad actual? ¿Cuál es entonces la fórmula para que se consolide algún torero mexicano como gran figura?

¿Nuestro único futuro es conformarnos con la aparición aislada y un desempeño sobresaliente de apenas un puñado de toreros mexicanos en Europa, y esperar a que exista voluntad para ver a alguno de esos toreros en México, por lo menos a medias?

¿Cuál es entonces el objetivo de esas apuestas y de esas entregas épicas?