lunes, 22 de agosto de 2011

Una oreja otorgada con bondad para Antonio Galindo

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Con aproximadamente 2,500 personas en los tendidos se lidiaron seis noviillos de San Antonio de Padua, disparejos en juego, presencia y edad.

Manolo Olivares
: silencio y división de opiniones
Juan Vicente: palmas y pitos
Antonio Galindo: silencio y una oreja.

La novillada de San Antonio de Padua resultó ser un muestrario parcial de comportamiento, y un soporte para la discusión entre edad y trapío.

De seis novillos, el cuarto, fue noble tuvo clase, recorrido y cierta codicia. El segundo también fue noble, con recorrido, pero sin mucha calidad en la embestida. El primero, desde temprano se empezó a colar y terminó espiando al torero. El tercero, reservón y agarrado al piso, por lo tanto con la mínima voluntad para acudir a los engaños. Quinto y sexto nobles.

Astados tres años y hasta toros con más cuatro años cumplidos, pero ninguno con un cuajo imponente, musculosos, enmorrillados, cornamentas, salvo la del primero. Asi que si el trapió no lo dan los kilos, tampoco está sostenido únicamente en la edad.

De tres novilleros, Antonio Galindo sólo alcanzó a esbozar el trazo fino que posee, Manolo Olivares no llegó a cuajar la faena que le hubiera permitido la continuidad y fuerza para doctorarse de nueva cuenta, y Juan Vicente dejó claro, una vez más, que sus cualidades no son las suficientes para torear vestido de luces.

La oreja que cortó el novillero tlaxcalteca pareciera más un autoregalo al público por su paciencia. Antonio Galindo había intentado despertar al cotarro con el recibo de hinojos al sexto.  Chicuelinas andantes con ritmo para llevarlo al caballo. La faena de muleta comenzó con buen augurio, pero el viento diluyó toda posibilidad. Más que no confiarse, Galindo no pudo concentrarse para consumar. Parecía tener en mente hacer las cosas lo mejor posible, ser fiel a su interpretación, sólo que las condiciones plantearon más factores, y aún falta esa experiencia para poder conjuntarlo todo. La ejecución de la estocada fue muy buena, no así la colocación, aunque suficiente para que la mayoría, no absoluta, considerara el espadazo como mérito para una oreja. Quizá en otros cosos puede ser, pero no en La México. Como la vuelta al ruedo que la ganadera dio con el joven novillero. Si él la invitó, ella salió. Si fue para que los chiquitines, hijos o sobrinos vivieran esa experiencia, puede explicarse, pero no justifica se si deseamos darle el máximo respeto a lo que suele llamarse recinto sagrado del toreo.

Con el primero de su lote Antonio tuvo una actuación de valía. Con un toro completamente parado Galindo se esforzó por literalmente robarle los contados muletazos a ese novillo rejego. Sí, también faltó transmisión por el lado del novillero, y es que tal vez la expresión del tlaxcalteca es muy sobria, además, dadas las veces en que lo hemos visto torear, lo logra cuando puede expresar la calidad de su toreo. Hasta ahora le cuesta mucho meterse, atacar como se dice ahora, a los astados.

El capitalino Manolo Olivares debió haber cortado las dos orejas del cuarto. Había alborotado a la concurrencia al cubrir el segundo tercio, pero desde entonces hubo poca cabeza para estructurar una lidia y una labor que le permitiera aprovechar las condiciones del astado y una faena que alcanzara un gran nivel. Todo quedó en la intención de torear con la mano muy baja, muletazos acompañados pero no crujiendo los olés. Sí es difícil templar, lo es más, mandar. Mandar en cada embestida, mandar en los terrenos, mandar en las distancias.

Con el primero puede tener disculpas, puesto que como hemos señalado, el novillo desde los primeros lances comenzó a colarse. Y entre necedades, quizá la nuestra sea mayor, ¿por qué no torear en función de los astados en lugar de querer torear en redondo a un toro con esta condición? No es que sea imposible, pero para lograrlo hay que comenzar por ese principio. Los muletazos de aliño sin mucho poder vinieron al final. Tres arropones que terminaron por separar el punto del bordado derecho de la taleguilla pueden valorarse como señal de entrega, pero también por falta de entendimiento en un torero que ya renunció a una alternativa.

Finalmente, si alguien cuenta con una explicación, o por lo menos justificación de la inclusión de Juan Vicente en este cartel, ojalá que pueda compartirla. Evidentemente deseo que incluya al menos algún argumento que refleje su valor taurino. Si a priori no se encontraba lógica en anunciar a un novillero con una edad más cercana a las cuarenta, que a los treinta, sin referencias, buenas ni malas, de actuaciones recientes, a posteriori tampoco.

Un hombre, vestido de luces, que tiene los conocimientos mínimos para estar delante de la cara de los astados, que llega a gustarse en algún muletazo, pero sin sitio, oficio, personalidad, sensibilidad ni ambición para un profesional.

No hay comentarios.: