lunes, 31 de enero de 2011

El Juli es Don Julián

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Ante cerca de 35,000 personas, en la mejor entrada de la Temporada se lidiaron siete astados de Xajay, uno de regalo que fue premiado con la vuelta al ruedo, desiguales en comportamiento y disparejos también en cuanto a trapío, anovillados algunos, otros cumplieron apenas en cuanto a trapío, aunque se anunciaran como cinqueños.

Eulalio López Zotoluco: una oreja que devolvió y una oreja con leves protestas
Julián López El Juli: una oreja que devolvió, al tercio y dos orejas y rabo
Octavio García El Payo: silencio y división de opiniones.

El Juli ha vuelto a poner de cabeza a La México, como lo hiciera en su época de novillero, aquella tarde que indultó a Feligrés, por ejemplo; además de provocar una de las mejores entradas de los últimos años en la Monumental. El recuerdo del asombro que causaba hace más de una década como niño torero, sin duda estuvo presente, sólo que ahora, en otro siglo, aquella precocidad se ha convertido en maestría del oficio, aquella capacidad en ciernes ha alcanzado una plenitud que no deja de causar admiración.

Una de las exclamaciones más estrenduosas que he escuchado no sólo en una plaza de toros –tal vez sólo equiparable al festejo de un gol de la selección mexicana en el estadio Azteca-, fue cuando Julián cobraba una estocada hasta las cintas al de regalo. Ese final es hasta de agradecerse, pues ya comenzaban las peticiones de indulto para un toro noble, repetidor, obediente, que iba paso a paso con la cara a media altura y sin la boyantía, codicia, clase y emotividad de un gran ejemplar de bravo. El Juli no entró en el juego, decidió perfilarse, y en todo caso, jugarse el todo o nada.

El madrileño toreó por nota . Primero lo bregó con suavidad para enseñarlo a embestir. Sin recibir mayor castigo, pues apenas acudió al caballo para que le partieran el pelo, El Juli interpretó un quite por navarras girando suavemente. Sin brindar la muerte del toro, tomó la muleta, se colocó apenas por dentro de las rayas del tercio a pies juntos y comenzó a torear con muletazos por alto, el de la firma y un desdén. Ahí empezó el concierto de un toreo libre, con temple, con hondura gracias a esa vocación, conocimiento y gusto por lo que se hace, -me parece. El toro lo dejó hacer de todo, noble, fijo, sin ninguna mala idea, seguía sólo la muleta sujetada por un Julián que está hecho un maestro. Ante la embestida pastueña del de Xajay El Juli se recreó a plenitud. Tandas por ambos pitones, aunque por el izquierdo el astado no se desplazaba con tanta claridad y entrega, dosantinas y un cambiado por la espala que alargaba al girar, lo que provocó el éxtasis en el tendido. Una faena prácticamente perfecta en tiempos, en técnica, en conocimiento. Para algunos, el rabo era incuestionable, para otros, la estocada tendida y trasera no le hubiese quitado las dos orejas.

Benditos pinchazos, dijo alguno. La faena que le hizo al quinto se había ido estrellar en hueso hasta en cuatro ocasiones. Ese segundo de su lote fue otro pastueño que permiten hacer a los toreros esas faenas de salón que se inventan en la preparación del día a día, sólo que le faltó fondo. El quite por chicuelinas y tafalleras había sido notable, sobre todo las tafalleras que tuvieron largueza. Tomó la muleta y apenas tras dos cambiados una dosantina, como sin mayor resistencia por parte del astado que enseguida El Juli comenzó a torear muy despatarrado, bajándole la mano, así dio esa dimensión a los muletazos que lo caracteriza, pero al doblar en varias ocasiones las manos, el madrileño tuvo que cambiar un tanto este procedimiento. Además, al exigirles tanto, pocos son los toros que le duran, como fue el caso. No obstante, Julián en una faena cortita pudo realizar un trasteo variado e inspirado.

Con el segundo de la tarde, un toro que comenzó a regatear las embestidas desde el segundo tercio mostró su faceta como un lidiador macizo, firme y con poder. Además de remolón, tiraba un seco derrote, duro y a la cabeza. Con la experiencia que tiene, se vió fácil ese someterlo en la medida de lo posible. Luego se volcó sobre el toro para matarlo, pero le faltó volumen por lo que la estocada quedó contraria y trasera. Pese a lo meritorio del trasteo, la concesión de la oreja fue excedida, por lo que apenas tras recibirla tuvo que entregarla a la cuadrilla.


Eulalio López Zotoluco tuvo también que regresar la oreja del primero, pues la faena aunque meritoria no alcanzó un clímax sostenido. Un tanto incomprensible resultó que sólo se llevara la muleta a la mano izquierda, pues el toro mostró mayor recorrido y cierta calidad por ese pitón, mientras que por el derecho iba con una embestida más corta y deslucida. Además de esa tanda por naturales cuajó tres más por el derecho pero no continuas, que como decíamos antes, provocó intermitencia en el trasteo. Cobró una entera en el ahora famoso rincón, y ante petición no mayoritaria el juez soltó la oreja que fue claramente protestada.

El segundo de su lote fue un toro cinqueño pero no armónico en su constitución. Con cornamentas desarrolladas pero sin remate de carnes. Con este repitió también la dosis de conocimiento y oficio que posee. Complicado también este quinto, pero Zotoluco con reposo, dándole tiempo y aire al astado, pero exigiéndolo al mismo tiempo. Con este, el torero de Atzcapotzalco mostró un toreó con largueza, enganchando al toro muy adelante, y también esa casta encelándo al toro con los muslos, acortándo la distancia para hacerlo embestir.

Se puede tomar como una alerta lo ocurrido con El Payo esta tarde, para su administración y para él en su desempeño. Este torero ha mostrado capacidades sobradamente, pero si esas cualidades no van acompañadas por una cabeza despejada, pueden entonces quedarse ahí estancados. Lamentablemente son pocos los toreros mexicanos que al no tener un toro a modo, han puesto entonces ellos la raza. El Payo, lo ha hecho, sin embargo, ese carácter parece estar desvirtuándose en una especie de valentón sin gallardía.

Más allá de si las decisiones administrativas son adecuadas o no, lo que ocurre en el ruedo es que no parece estar pensando con claridad delante de la cara del toro. No ha enfrentado un lote fácil, pero tampoco crucigramas sin solución. La desesperación parece que le gana, y olvida el adagio “Despacio, suprema virtud del toreo”.

*Fotografías de Humberto Ávila