martes, 8 de febrero de 2011

Perera y Saldivar reafirman, El Payo recompone

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Ante media entrada se lidiaron dos toros para rejones de Garfias (1° impresentable y manejable, 5° justo y emotivo), y siete de Barralva (uno de regalo) para la lidia a pie descastados y faltos de trapío en general.

Diego Ventura: palmas y dos orejas
Miguel Ángel Perera: pitos tras un aviso, pitos y al tercio en el de regalo
Octavio García El Payo: una oreja y vuelta
Arturo Saldivar: al tercio tras un aviso y palmas.

El regalo, fallas con la espada, sosería y flojedad, actitud, toreros, sitio, ausencia de trapío, pueden constituir un resumen general de la segunda corrida de aniversario, aunque por ahí se escapara algún toro bueno y alguno que otro más, aceptable en presencia.

Miguel Angel Perera, “tuvo” que regalar un astado. Al sexto, levemente pitado, no hubo nada que hacer, y para males, aciago con la espada. Con el segundo, también escaso de trapío y flojo, había construido una faena brindando muchos cuidados al toro. Había que tratarlo con mucha suavidad para que no blandeara, tandas cortas pero con un temple y sitio prácticamente perfectos. Mal con la espada y la respuesta del tendido se le revirtió.

Al de regalo, primero lo sujeto sutilmente con en el capote muy abajo para enseñarlo a embestir, pues además el astado hacía extraños primordialmente por el lado derecho. Con la muleta, la faena tuvo varios pasajes. En principio, cuando el toro se empleaba más, el trazo fue largo, y por supuesto bien templado. El toro se apagó prontito. En adelante fue obligarlo. Así cuajó muletazos en redondo, planteados como una dosantina pero continuados en torno a su cuerpo como eje. Con esas medias embestidas, o frenándose a medio viaje, o pensándoselo tanto para embestir, el de Badajoz mantuvo una quietud total. No hay forma de tener y pasarse un toro más cerca. Metido entre los pitones dejó que el toro lamiera casi el punto de la taleguilla, mientras con la muleta lo tocaba de un lado a otro a la espera de que quisiera embestir. De ahí que el único que dudaba era el astado, pues no importaba que pasara por enfrente o por la espalda.

Sólo había algo que parecía estar dictado ya para esta tarde. No habría forma de estar acertado con la espada. No habrá tampoco estadística, pero queda el recuerdo de un torero pleno de recursos, sitio, sello y torería.

Para el olvido, aquellas malas tardes de El Payo, pues volvió partir plaza otra vez el torero centrado y concentrado en su profesión. Si el queretano ha demostrado que tiene cualidades para esta profesión le podemos sumar una más. La capacidad para reencontrarse y mentalizarse en un tiempo tan corto.

Con el primero de su lote se arrebató en un quite por chicuelinas, y ya con la muleta con un toro que terminó desparramando la vista con la cara alta se recreó primero en una dosantina suelta, y luego en varias ligadas hasta rematarlas con un cambio de mano. Al quinto, un astado que era la sosería andante construyó una faena con solidez. Tanda a tanda fue mejorando y subiendo de intensidad. Entendió muy bien al toro, se puso en la distancia adecuada, acaso por momentos abusando del pico de la muleta, pero pensando en la cara del toro. Desconcertantes las decisiones del juez, que para una faena de mejor arquitectura no conceda la oreja, mientras que para la anterior, que no siendo mala no tuviera tanta solidez, sí.

Los pinchazos también le robaron una oreja a Arturo Saldivar. Aunque no le fue fácil encontrar el sitio y la distancia del primero de su lote, el torero no se desesperó, sino que se empeñó. No se trató de un astado ejemplar, además; descastado, que regateó siempre la embestida. Ese tesón le valió para conseguir una tanda por el lado natural y dosantinas con firmeza y elegancia. Al octavo no había nada que hacerle. Un manso que no acudía y si lo hacía era probando. Saldivar quiso, intentó, pero como dice el dicho, no se puede sacar agua de las piedras

Diego Ventura consiguió la meta de cortar las orejas en La México. Tras el famoso baile de corrales, pues de inicio se anunciaron para rejones toros de Reyes Huerta, luego que serían de Cuatro Caminos, pero terminaron por salir al ruedo dos de Garfias. El quinto fue el único bueno de los nueve corridos. La cosa con este no había empezado bien, pero Ventura estructuró una lidia precisa con sus cabalgaduras. Al anuncio del astado se colocó en la zona entre el tercio y los medios frente a la puerta de toriles para recibir al astado. Una suerte que es más un albur, pues resulta sumamente complicado medir la velocidad y ritmo con la que el astado llegará a la arena. Por ello es que ese primer rejón de castigo quedó más cerca del rabo que del morrillo, enseguida a poco estuvo de resbalar su cabalgadura. Con Oro llevó toreado a centímetros del estribo al astado por buena parte del ruedo, y con Sueste realizó un quiebro espectacular para clavar la tercer banderilla. Finalmente con Califa vinieron tres rosas y las cortas a dos manos.

Al primero de la tarde, un astado sin trapío y soso lo recibió con Triana. Con Nazari tras llevar al de Garfias bien toreado al estribo colocó la primer banderilla en un cambio muy vistoso. La obligada actuación con Morante con sus clásicas mordidas fue muy celebrada. Con Califa ribeteó la lidia con cortas a 2 manos y 3 cortas al hilo. Pese a la petición de oreja, la colocación del rejón, contrario, caído y trasero le costó la concesión de la misma.

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