jueves, 16 de septiembre de 2004

Las guerras de México

Ahí estábaNos. En el zócalo, en la conmemoración del MCMXCIV aniversario de la independencia de nuestro país. ¿Así de solemne? No, la verdad es que fuimos al grito, a ver los juegos pirotécnicos.

- ¡Ya sal huevón!
Le gritaba uno de nosotros al gobernador -la impaciencia. ¿Qué, nosotros a lo que íbamos? me pregunté, pues faltaban aún 15 minutos para la hora. Era parte del desmadre, nada más.

Se escuchó la banda de guerra, lo que anunciaba la entrada de la bandera al palacio de gobierno.
-Ahorita van a quitar las vallas y toda la gente se irá hacia adelante. Nosotros aquí nos quedamos.
Tal cual. En cuanto retiraron las vallas que sirvieron para dar paso a la enseña nacional, una especie de avalancha humana arremetió por nuestros costados.

Un par de minutos más tarde, se veían los flashasos por el balcón central; la prensa captando los momentos importantes de la noche. Por alguna razón, no mayor al simple hecho de que no dejaría mi atención permanentemente en ese balcón, cuando miré de nuevo hacia allá, estaba ya el atril, con el guión del grito. ¿Algún funcionario ha hecho el intento por memorizarlo? No me parece cosa difícil, lo que si me parece es que la chuletita esta, es signo no de mínimo esfuerzo, sino de nulo. Podría ser pregunta de examen del 5to. grado de primaria, por ejemplo; el escuincle no podría omitir a ningún héroe de la patria, el orden en que son mencionados, y que al final son tres ¡Viva México!

Salió por fin el señor gobernador al balcón. Surgieron un incontable número de banderas, que yo no me había dado cuenta que la gente llevase. Más tardó el señor en decir: "mexicanos", cuando una especie de foam party había iniciado. Si había banderas, banderitas, banderotas por cada flanco, los botecitos de espuma se ubicaban a 12.5° de distancia uno de otro, tomando como centro a cada uno de los individuos que ahí nos encontrábamos, y disparábanlos sin distinción a dos manos. Quedamos espumados todos. Mientras tanto, la voz que emulaba al cura Hidalgo me sorprendió. ¿Mi profe. no sólo le enseñó a hablar, también a gritar comombre?

Tras enunciar a los héroes que nos dieron patria y libertad y gritar vivas por ellos, por México, entonar el himno nacional que cumplía 150 años, una remembranza de la guerra cristera o de la época de la reforma inició. Abrieron fuego, los del clero, de largo y mediano alcance, se mantuvo constante por varios minutos. El estado respondió, retumbaba en su centros la tierra al sonoro rugir del cañón. Azul el cielo, amarillo, rojo. Volvieron a la carga los de hábito, lanzando pólvora que serpenteaba las alturas, que extendía su luz en reducidos y amplios diámetros. La contraparte contestó recíprocamente. Surgieron en medio del ataque los rostros incandescentes de los libertadores: la Corregidora, Hidalgo, Allende.

- Falta el que hace así, le comenté al conocido que se encontraba a mi derecha.
Mi mano, con el dedo índice extendido, dibujaba círculos, como ensayando un peal.
- Sí, el torito -me contestó. Tal vez alguien se quemó o hubo un accidente y por eso ya no habrá ahora.

Retomaron el ataque ambas partes. Sin alternarse, el uno y el otro exhibían su poder, el poder conjunto. Un festín, redoble de campanas, del verde, blanco y rojo. De nuevo un cese al fuego, para reiterar homenaje a Morelos y la emblemática campana de Dolores Hidalgo.

- Si no vuelve el poder, ésto vale madres, dijo el de la derecha.

De nuevo el ataque en turnos, luego el poder, el uno por uno, hasta que a los que tomaron por trinchera su catedral se les acabó el parque. Recurrieron al moderno seguidor o láser ¡Buuuu!. Los que se acuartelaron detrás del palacio de justicia, tendiendo campamento en la propia explanada del teatro que recuerda, por su nombre, al único generalísimo de la patria que el mismo libertó.

Y todas estas guerras iniciaron con la de independencia.


Volví a casa a la hora de costumbre.



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