jueves, 23 de marzo de 2006

Llegué a la provincia (1º parte)

[publicado originalmente en Acta Semanal, Marzo 20, 2006].

Ahora toca narrar. Aspirar. Girar constantemente 360º. Lo que sucede fuera. Lo que orbita. Creo que esto nos ayudará a aquilatar lo que se encuentra de aquí hasta allá. De la temporada más importante del continente: a las faenas acompañadas por la banda, a los toreros son dioses de carne y hueso.

Es otra combinación del caleidoscopio. Es la misma fiesta. Es la misma fiesta de toros. Es la misma fiesta de toros bravos. Es la reminiscencia, la herencia, el legado. O el hurto. El trazo, el rastro, el resto. Sí: es el tiempo.

Viajé a San José Villa de Allende. Viajé porque descolgué los cojines que no llevo a la México. Viajé porque mientras manejaba, le robé muchos minutos a la atención y la mirada puestas en la carretera, para voltear a un lado y a otro. Viajaré y llegaré a provincia porque son sitios que no conozco.

Carteles de feria y los antiguos novenarios

No se si se extinguieron los novenarios. Quiero pensar que no. Que hay muchos recovecos que guardan más que por raíz, por falta: la costumbre. Aquellos pueblos de dios en los que se echaba el toro de once. Los nueve días anteriores a la fiesta patronal se corrían toros. Los maletillas, estos muchachos que literalmente soñaban con ser toreros, con echar la capa, eran los que se zumbaban toros de hasta una tonelada. Toros toreados. Toros criollos. Aunque entre ellos también había figuras. A ese, lo recibían a la entrada del pueblo, en carros alegóricos. Tal vez una carreta ataviada con elegancia, que jalaban los mejores caballos de la región.

En Villa de Allende celebraron a San José. Dos carteles de feria. Dos tardes de toros. Para el sábado, para abrir boca, anunciaron un mano a mano: Marbella Romero y Elizabeth Moreno con novillos de La Paz. Para el domingo, el merito día, una corrida de la misma ganadería para Humberto Flores, Arturo Velásquez “Talín” y Alberto Huerta.


En los hechos

La corrida del domingo registró un lleno impresionante. Creo, se corría ya el tercer toro y aún entraba gente. Pero la sombra el día anterior. Apenas unas trescientas personas vimos la novillada.

Debo aclarar, que no únicamente por un asunto de solidaridad de género, carteles como el del sábado los veo con mayor apego. Es decir, lo primero e indeleble es la afición. Pero hay más sensaciones y sentimientos involucrados, a diferencia de otras, muchas, tardes.

Dos apuntes. Las dos alternantes la han pasado mal para matar a sus toros, pese a los bajonazos o intento de golletazos que metieron. Primero porque no ejecutan bien la suerte. Se salen antes, no echan la muleta a los belfos del toro, no hacen la cruz. Cualquiera o todas juntas. Segundo, yo si creo que la fuerza hace falta. Que hay recursos para contrarrestar este déficit, si, pero tampoco echan mano de ellos.

Al llegar a la plaza fui a contar los cajones, de manera ociosa, a priori pensé. Me asombró que fueran cinco. En otras palabras, hablaba bien de la empresa, puesto que contaban con un reserva. Elizabeth Moreno regaló ese novillo. Me sorprendió. Me desconcertó incluso. En teoría es un gasto. Hasta un lujo puede ser. ¿Por qué?, ¿para qué ahí, en un pueblo? La empresa se lo ofreció. Era tal vez más caro llevarlo de vuelta a la ganadería. Para ser la triunfadora del festejo. Meras suposiciones. No me quedé con la duda. “Ala salida” fui a preguntárselo a la torera. La respuesta: “es una pregunta muy difícil, pero lo hice para generar afición aquí”

La siguiente semana, tendrán la segunda y última entrega de lo que puedo apuntar sobre estas dos tardes de feria.

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