lunes, 7 de marzo de 2005

Tuve mejores cosas que hacer

Había hoy mejores cosas que hacer que ir a La México. Aunque puedo presumir de mi AFICIÓN (las mayúsculas cumplen sí, la labor de calificar), en ocasiones el sencillo sentido común se impone con su propia facilidad. Aunado, lo poco atractivo del amorfo cartel, la disfrutable noche-madrugada-amanecer de insomnio, que me dejó incapaz de manejar hacia la gran ciudad de México.

Esta tarde, se anunciaban 7 de Los González 7, y sólo fueron seis mansos de libro. El primero para el agradable, en su trato, en su monta y en la interpretación del arte de Marialva, rejoneador Sergio Vegas, salió sin que el pizarrón que señala la procedencia del burel estuviera colocada arriba de la puerta de toriles. A media lidia, el personal de la plaza lo subió, y entonces, para los que no asistimos al sorteo y enchiqueramiento, nos enteramos que era de La Venta del Refugio. El andaluz, anunciado en su primera tarde, con un molesto eslogan para la naturaleza taurina, se trataba de una frasecilla para el mundo comercial, más bien; algo así como el corta-orejas de España (más de cien), estuvo como en aquella ocasión, torero, rejoneador, caballista, jinete, artista. A pie, un Carlos Rondero aún estigmatizado por aquella tarde del ’97. Este hombre tiene también AFICIÓN: pasión, locura, sinrazón, amor. Tiene nombre de torero -para ser torero hay que parecerlo. Heredero dicen, intérprete, mexicano.

Confirmaba una chufleta alternativa Luis Rivera “Pasión Gitana” “Pasión Jinada”, me corrigió un amigo, cuando lo enteré del cartel. El individuo que se disfrazó de luces, pagó a la irrespetable empresa, evidenció no sólo lo no torero que es, sino lo tonto que sí es. No tuvo ni siquiera la destreza para esconder sus incapacidades todas, ante uno de los más mansos que yo he visto. Verse peor que ese marrajo, es sin duda toda una osadía. Escuchó gritos como el de de ¡Torero, torero! ¿Cuándo repites cabrón?, eso sí de taurina chunga.

Alberto Huerta, con la autoconsigna de cortar las orejas, del triunfo, dado lo difícil que está el toro, dijo, no se faltó a sí mismo y transmitió el pundonor, la vergüenza, la necesidad. Todo eso que el cotarro valora y aprecia.

La tarde, sin embargo, fue para el ganadero. Una tarde para tragar, para rumiar la AFICIÓN. Peligrosa, sin embargo, desatentida, descuidada, indolente, cuando “Rielero” fue a dar al burladero de picadores. El incidente, pudo haber tenido graves consecuencias, allá arriba en el tendido. Una no buena tarde de toros.

Y esas mejores cosas que hacer fueron nada.

Y la afición, me corrijo: MI AFICIÓN no fue vencida. Puedo escribir porque los años ha, y porque vi la corrida en la tele

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