lunes, 28 de marzo de 2005

No afuera

Uno de ellos mora dentro.

Cuando llegó su corazón palpitaba como un metrónomo sin control. Sentía los ojos muy abiertos, como si estuvieran irritados. La fricción con el viento frío, pensó. Recordó que sus piernas no le pesaban, que flotaba, que sus pulmones parecían demasiado pequeños para alojar y suministrar el oxígeno que necesitaba.

Pude haber muerto, pensó, o peor, haber sido poseído por el brazo inconcluso. Temió se condenado arbitrariamente. El destierro, los años de trabajos forzados, a vivir en un pequeño armario donde el oxígeno lo tuviera que atrapar a bocanadas, como lo había hecho mientras corría para no extinguirse.

Yace aún asustado.

No hay comentarios.: