miércoles, 11 de enero de 2006

[publicado originalmente en Acta Semanal, Enero 11, 2006].

LA TORICANTANA
Las orejas de Ramitos

Así el encierro de Montecristo

Toros débiles, descastados, sosos, rajados, tardos. Es decir, astados lejos de lo que debiera ser el ganado de lidia, el toro bravo. Bonitos de lámina, aunque disparejos en presentación, por una pizca, digamos.


Así los alternantes

Cartel de mexicanos. Jorge Gutiérrez, Eulalio López “Zotoluco” y José María Luévano,

Jorge Gutiérrez ya piensa en el retiro. Para ser más precisos: anunció ya su retiro para este año. Ante el heraldo, quienes no le hemos visto durante sus 28 años de torero, por una razón sencilla: la edad no da, buscamos al último Jorge Gutiérrez. Ha sido uno de los consentidos de la México. De Manolo Martínez heredó la tela que cuelga en la parte baja del reloj, cuyo tamaño es proporcional al del coso “¡Jorge Gutiérrez y ya!” Este domingo otra. ¿Nueva? Breve y sensible. Jorge / no te vayas.

Me gustó la faena a Cominito. Un toro que descumplió como ya mencioné con las características de su heredad. Me gustó porque Jorge estuvo en el ruedo sentido, quieto, pensando en la cara del toro. A Cominito lo esperó, lo sobó, lo consintió. Le dió. Así.

Así tuvimos, todos, una faena de doce minutos. El tendido desentendido atento. Silente. Esperando junto con él, los olés –óles, como ahora se escuchan.

Buenas estocadas a los dos toros de su lote. Pero no hubo triunfo. A Jorge le suplicaron que regalara un toro. Sí el tono de súplica, en el tercio de banderillas del último toro, momento límite estipulado por el reglamento, para anunciar el regalo de un burel. Caminó desde su colocación, detrás del subalterno que banderillea, al burladero de matadores, con la mano en el lado izquierdo del pecho.

Eulalio López “Zotoluco”, creo que estrenando terno. Un azul marino y oro rematado y retacado. Vestido de figura, pues. Vino el Zotoluco, y lo tendremos tres tardes más. Entre el Zotoluco y el toro cabe otro toro. Agachado, encorvado. El toreo es por derecho, mostrando el pecho. Ante su segundo, tenía la muleta en la izquierda, tomada cual trapo. Recién lo había comentado con mi acompañante, cuando del tendido, alguien se animo a referirlo en voz alta. “Agarra bien la muleta Zotoluco”. El torero lo encaró con ¿vergüenza? Sin enmendar alzó la muleta disque demostrando que ese aficionado estaba errado. Ligó ahí tres naturales. Enseguida una dosantina lejos, lejos. Y él sin garbo. Ligo en redondo, y la diana, los gritos de torero, torero. Gritos de la villamelona asistencia que hasta quería indultar a Cumplido. ¿Será que el público, que no afición, piensa q ue, lo que pagó por su boleto, le concede la gracia para nombrar triunfadores por necesidad?

Dos orejas le concedió el juez Jorge Ramos “Ramitos”. Mientras el matador dio su vueltita al ruedo, orgulloso de ambos apéndices, unos cuantos valientes de sol -tres o cuatro-, le dieron la espalda. De pie, de espaldas ruedo, como ha ocurrido en algunas otras ocasiones, es así como algunos aficionados en el tendido, muestran su desacuerdo, Manifiestan “a mi no me engañas” “ahí están otros a los que los puedan timar, pero a mi no”.

José María Luévano, lució un vestido desteñido, viejo, al cuál después de lidiar al tercero, su mozo le hacía algunos arreglos. A su primero, Condesito, le pudo sacar pases de buena factura, pero no estructura la faena. Mató con una buena estocada. Pero Ramitos como no vió venir ninguna protesta que lo intimidará, no otorgó nada. Con el último de la tarde, casi lo mismo. Pases aislados, coreados, por sólo aquellos que sí se quedan hasta que termina la corrida. Lances a pies juntos. Pocos se acordarán de José María por esta tarde.

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