martes, 20 de noviembre de 2007

Sólo por el gusto de escribir doble

Quizá, habría sido un buen ejercicio preguntar a la exigua concurrencia que acudió este domingo a La México con qué expectativas llegaban a la plaza. ¿Atestiguar una especie de resurrección de Manolo Mejía? ¿Ver cortar a Salvador Vega otras dos orejas? ¿Palpar firmes apuntes de Juan Antonio Adame que le sirvieran para no tacharlo de la lista de jóvenes con esperanzas? ¿Una corrida que contara con las buenas condiciones de aquella novillada del mismo hierro jugada en el anterior serial menor? Despejemos las incógnitas.

De los tres alternantes Juan Antonio Adame puede pedir su reintegro. Con su primero el inició fue emocionante. Un verdadero cambiado por la espalda en el que el movimiento del toro simuló el de un trailer de doble remolque. Sin enmendar el terreno le ligó la primer tanda. Aquí fue necesario tomar una decisión. Eligió guarecerse lo mayor posible del viento que comenzó a soplar, pero el cambio de terrenos también produjo un cambio en el comportamiento del toro. Al sentir la cercanía a tablas el cornúpeta dejó la pelea. Al joven Bala, no se le vió tan avispado y seguro muchos no se acordarán de más. Eso sí, un estoconazo. La puntilla fue mero trámite.

Con el sexto no dejó que el pez volviera al agua, aunque tampoco logró posar para la gran foto. Lo banderilló con facilidad pero no con poderío. Además de igualar el par con anticipación, se pasa un poco y no logra asomarse al balcón. Sin embargo, la necesidad de la juventud definieron su labor. Le corrió la mano al de San Isidro, le aguantó dos o tres parones y lo obligó en varias. Una visión del todo es lo que le hizo falta. Conocer, identificar mejor el comportamiento del toro, para así armar en la mente la composición de su faena. Un pinchazo y luego una entera caída le retribuyeron las palmas del público.

La actuación de Manolo Mejía fue en pretérito. Con un toreo en desuso, que se percibe ya caduco, además, de echar mano de varios disimulos. El primero no era un toro facilote, había que someterlo y aguantarle, pero de eso nada. Mejía tras el primero muletazo reponía mucho y era como volver a empezar. Imposible ligar así. Pareció también, que en lugar de enseñarlo a embestir, le fue descomponiendo la cabeza y el camino al toro. Un grito en el tendido resume el derrotero que la faena iba tomando “Manolo, no te preocupes, ya viene el clon de Zalamero”

El cuarto fue el que mejores condiciones tuvo de los seis realmente jugados. Los mandiles de recibo y el quite entusiasmaron. El toro tuvo un gran lado izquierdo. Metía la cabeza con clase y al menor toque acudía. El diestro capitalino mal aprovechó la condición. El pico, el pico. Desajustado. Muchos pasitos para colocarse. Total que, no se sintió una muleta que mandara y a la cual el toro pudiera entregarse. Pronto se le comenzó a caer la faena, y entonces el hombre prefirió abortar. Aún con arrestos el toro, un pinchazo y luego, muy abajo se le fue la mano a Mejía.

Descolorido, desentonado, desacoplado, des-algo estuvo Salvador Vega. Con el segundo bis, su labor fue muy larga. Apuntaba de pronto para ir creciendo y se caía. Una búsqueda un tanto inútil, pues aparentaba no saber qué quería encontrar.

El cuarto no tuvo condiciones. Un toro complicado en el que tampoco logró, ni logramos descifrar el acertijo.

El segundo salió de manera franca de la puerte de toriles, y al rematar en el burladero de matadores, pum, se fracturó el pitón derecho desde la cepa.El tremendo dolor y el instinto lo volvieron enseguida hacia la querencia que, si en ese momento le abren la puerta, hasta a casa llega. Sonora ovación recibió el toro al volver a los corrales, pues transcurrieron más de veinte minutos para lograrlo.

Es imperante que la Plaza de Toros México haga algo con sus cabestros, pues parece que éstos salen a visitar el ruedo y no, a conducir a los toros.

* Otro comentario, convertido irremediable y forzosamente en crónica en Opinionytoros.

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