lunes, 1 de noviembre de 2010

(Tlaxcala-México) En voz alta: El arte de transmitir

[publicado originalmente en Opinionytoros.com]

Algunos le llaman duende, otros don, unos más inspiración y así, cada uno, puede darle el carácter que desde su perspectiva mejor cuadre, con eso de, primero crear, y luego que ese trabajo creativo provoque algún sentimiento en otro ser humano. Esa es la razón de nuestra afición. Esta especie de adicción a recrearnos con la expresión artística de un torero.

Con todo y la sustitución, el cartel alcanzó de sobra para ser de novilleros tlaxcaltecas. Bien dicen que en esta tierra, con sólo levantar una piedra sale un torero. Pero lo más importante es que aún en esta pequeño Estado de la República, las vertientes del toreo son diversas. Sin embargo, independientemente de la inclinación que cada uno posea, si no hay expresión que trascienda, el toreo pierde en casi toda su medida, el sentido.

Se sabe que la técnica es un elemento que facilitará aquello que se le nombra quehacer. Lamentablemente, ha ocurrido que al fincar todo en ella, se convierte en un acto mecánico, contrario a la creación humana, la cual está plagada de improvisación, errores, insensatez, razón y tanto más. Eso que al fusionarse contiene, provoca, desborda.

Para ello hay que tener también franqueza. Actuar sin poses o alardes. Buscar la sencillez. El todo que es el silencio. Quizá hacia allá es a donde se debiera apuntar.

Como aficionados, pretendemos día a día aprender para entender y desmenuzar lo efímero del toreo, pero también nuestra ilusión es recordar por siempre.

Quien ha aventajado hoy a sus alternantes en este sentido ha sido Óscar Amador. No es un artista consumado, por mucho, ni tampoco el de corte más fino, pero sí, para esta tarde es de quien podemos citar más pues logró en mayor medida, cuantitativa y cualitativa, conciliar su expresión con la sensibilidad de quienes estuvimos ahí. En los naturales con largueza y sentimiento ante un toro con recorrido y codicia, pero también por la casta con el otro novillo que no le puso las cosas nada fáciles.

Ese trasladar en el espacio, en el tiempo, en los sentidos, las sensaciones de un hombre -como género humano, aclaro-, en coincidencia con un toro bravo, hacia otros más, es el arte que queremos y defendemos (no sólo porque esté como de moda.)

*Fotografía: Jorge Rosete

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