Era un piano viejo sobre la mesa o en aquel rincón debía cruzar un árbol con una casa o era la sala entera junto al comedor o a la cocina.
El perro ladraba a todos o a ninguno desde la reja que burlaba o asemejaba en el techo un ciclón que corría o bebía tras un lápiz berol del número dos.
No estoy hablando de marte o de otra galaxia en la que no habiten las vacas o los burros o los borregos, o que se yo si lo que ocurre ahí no es cosa de la suerte sino de vida o muerte.
Vivián solo dos ojos del azul de mar o azul del cielo cuyo prólogo o epitafio eran un tumulto de lápidas sin sentencias o sin época que llamaran la atención mía o de usted.
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